Sumergirse en el sendero de la Garganta del Diablo y escuchar atentos la estruendosa caída de las cascadas espumosas proponen un itinerario lleno de mitos y leyendas.
El primer europeo que registró la existencia de las cataratas fue el conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca en 1542, en su travesía hacia Asunción del Paraguay. Las bautizó «saltos de Santa María». Un salto lleva su nombre, el salto Álvar Núñez.
El Tren Ecológico de la Selva es el medio de transporte para llegar a la estación Garganta del Diablo, la última parada. Desde allí una pasarela de acero de 1100 m llega hasta el mirador de cómodos balcones. El paseo puede durar 2 horas. Otra opción es un viaje en lancha hasta el mismo corazón de la garganta.
Un avistaje de fauna en la inmensa biodiversidad de Garganta del Diablo pone al vencejo de cascada como el protagonista del paisaje, que anida detrás de las caídas de agua, en la propia garganta. Sus patas cortas lo ayudan a adherirse a los muros de piedra mojados.
Si es época de luna llena, una experiencia única invita a disfrutar de la belleza nocturna del parque. Todas sus sombras, movimientos, sonidos y aromas ponen las sensaciones a flor de piel y el destino final es el balcón de la Garganta del Diablo. Es una caminata interpretativa, con guía experimentado, a la luz de la luna y de las estrellas. Los paseos de luna llena son con reserva previa.
Cada evento en las Cataratas del Iguazú tiene su singularidad plena. Para llegar al parque natural, desde la ciudad de Puerto Iguazú parte el transporte público cada 20 minutos. Hay diferentes categorías de entrada, tarifa general, residentes, niños, residentes Mercosur, jubilados. Con el valor de la entrada se puede recorrer todo el parque libremente.
Miriam Coronel
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