Nos esperaba para almorzar Rodolfo Antonielli, actual gerente del hotel. Para las 2:30 de la tarde, ya quedaban pocos huéspedes en el restaurant y el amplio salón de reluciente parqué volvía a sumirse en el silencio. “Cuando yo era chico, sólo se ingresaba a almorzar o cenar de estricta etiqueta”, confiesa Rodolfo. Lo confirman el
Marcos Reynoso, que al igual que David, ronda los 30 años de oficio aprendido en la escuela del Ermitage. Es evidente la experiencia de aquellos años de esplendor que se refleja en la atención y en la gastronomía tradicional.
El menú del día era: lengua a la vinagreta, sopa de verduras con avena y espaguetis con salsa boloñesa; todos platos riquísimos, bien caseros y servidos de la fuente, a la vieja usanza. Mientras David nos atendía, Rodolfo nos explicaba que todo se produce en el hotel, bajo la coordinación del chef Luis Corvalán y un equipo de 3 cocineros y 3 ayudantes.
Luego de la deliciosa comida, que terminamos con unos merengues con crema y café, recorrimos el hotel.
Caminamos por las galerías vidriadas, dispuestas con sillones reposera y plantas, que conducen a las habitaciones, decoradas con camas de hierro y muebles de época. Estuvimos tentados de tomar una reparadora siesta, pero nos esperaban en el pabellón de baños termales.
Aguas casi milagrosas Los presidentes Sarmiento, Bartolomé Mitre e Hipólito Irigoyen, poetas como Belisario Roldán, la escultora Lola Mora y la escritora Victoria Ocampo, muchos de los célebres personajes de la historia argentina, pasaban sus días de descanso y cuidaban su salud en el Hotel Termas. En pleno 1900 ya era conocida la fama de las propiedades curativas de las aguas y el complejo brillaba con visitantes de todo el país y de América del Sur que venían a realizar diversos tratamientos.
Como en otros tiempos, en el área refaccionada del pabellón de baños se implementan distintas terapias termales: siete tipos de baños termales graduados de 26 a 99° C, entre los que se cuentan los de barro radioactivo y de vapor ferruginoso o sulfuroso.
Rodolfo nos invitó a tomar un baño de inmersión con hidromasaje termal para comprobar sus cualidades. Accedimos gustosos a la prueba y luego del control médico de rutina, nos esperaban dos asistentes para conducirnos a los cuartos individuales. En las tinas, se mezclan cuatro tipos de agua, aproximadamente a 35°: salada (reumatismo, articular, muscular), sulfurosa (ciática y neuralgias) ferruginosa (convalecientes, anemias) y silicosa (hipertensión, arterioesclerosis). Sumado al hidromasaje, la acción relajante de las aguas hizo efecto rápidamente. Rosa, integrante del
staff de termas, me avisó después de 15 minutos y, luego de recostarme en una camilla, me cubrió por completo para que el cuerpo absorba todas las propiedades minerales. Otro cuarto de hora y finalizaba la sesión, completamente renovada y con una plácida sensación de bienestar.
El spa de Yita Luego de la merienda, Rodolfo nos acompañó al Spa de Yita Palén que nos recibe con Lorena, su ayudante y cosmetóloga. En este pequeño pero confortable rincón del hotel, nada escapa a la búsqueda de la armonía corporal y espiritual, fiel reflejo de la personalidad de Yita. Técnica superior en termalismo y bioterapeuta, Yita define su terapia como holística, porque “no queda en lo físico, sino que se trabaja desde lo interior”.
En el spa natural el objetivo es mejorar la calidad de vida, a través de las aguas termales y de programas integrales de nutrición, estética, salud y control antiestrés.
Junto a su equipo, que además de Lorena lo integran Jorge, esposo de Yita y el prof. de Educación Física José Fernández, ofrecen a los huéspedes del hotel y a los visitantes distintas propuestas para relajarse y embellecerse. Entre las técnicas más novedosas se encuentran aquellas basadas en vinoterapia, con un baño de inmersión en pétalos de rosa y
cabernet sauvignon.
Nos tentó la idea de someternos a una sesión de relajación tailandesa y de seguir conversando con Yita sobre los métodos ancestrales de las culturas aborígenes y orientales, pero debíamos volver a
Salta.
Anochecía cuando salimos del Hotel de Termas. El parque y toda la fachada iluminada hacían resplandecer el edificio como en sus mejores años. Y los nuevos tiempos del Hotel Termas son más que prometedores.