Como si hubiéramos ido de visita a la casa de la Oma, la abuela alemana, nos acercamos al gigante reloj cucú que Carlos Paz muestra con orgullo desde hace más de 50 años.
Antes de llegar a la ciudad de Villa Carlos Paz, ya sabíamos de la presencia del famoso reloj cu-cú en una plazoleta céntrica. La intriga nos llevó a conocerlo, a saber por qué lleva allí tantos años y qué es lo que sorprende a los visitantes. Con nuestro parsimonioso caminar de turistas, hacia allí fuimos, con la cámara colgada al hombro y en una mañana fresca que invitaba a deshacer las cuadras de la ciudad que encanta a quienes la eligen para sus vacaciones.
Desde lejos, vimos la clásica caseta de madera de los relojes cu-cú de origen germánico, con grandes tallas que ornamentan la esfera. Una cabeza de ciervo en su cúspide, hojas de roble y un techo de teja roja, todo está en escala pero en un tamaño que permite observarlo en todos sus detalles.
A su alrededor, micros de excursión y mucha gente esperaban el momento en que se abriera la puertita y el pájaro anunciara con su voz opaca que se cumplía la media hora. Nosotros llegamos justo para verlo. Apuramos el paso, pero en nuestra primera foto el cu-cú lo tomamos desde muy de lejos. Esperamos entonces a que volviera a salir para enfocarlo mejor.
En ese tiempo, nos dedicamos a caminar por esa plazoleta con varios escalones que elevan el reloj. Observamos los detalles y las inscripciones que dicen que fue inaugurado en 1958, que todo el material es argentino y obra de tres ingenieros alemanes que vivían en ese entonces en la villa cordobesa.
Con la precisión suiza de relojería y una moda que nació en el siglo XVII en la Selva Negra alemana nacieron los relojes de cu-cú y permanecieron por siglos como una obra de arte e ingeniería al mismo tiempo.
Lo veíamos de frente y parecía de chocolate: marrón para la esfera y blanco para los números romanos y las agujas. Todo fue tallado en madera de raulí y es cien veces más grande que uno hogareño. Su mecanismo es totalmente automático.
Jóvenes estudiantes, gente mayor y parejas de luna de miel desfilaban por el frente de la plazoleta y lograban su consabida fotografía para certificar su estadía en Carlos Paz. Tanto de día como de noche, el reloj cu-cú siempre tiene visitas.
A la hora señalada
Cuando finalmente salió el enorme cuco de colores, tuvimos más tiempo para observarlo y confirmar que canta las horas y las medias horas mientras se escucha el sonido de un gong. ¿Lindo o feo, cuál era nuestra opinión? La respuesta quedará para otra vez o la mantendremos en reserva. Quien visite Villa Carlos Paz sugiera su opinión y conteste esa pregunta habitual entre los turistas.
Mónica Pons
Eduardo Epifanio
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