Camping y naturaleza en el Rancho de Popy

Los chicos lo eligen para armar sus primeros campamentos. Los jóvenes para descansar y las grandes empresas lo ven como destino ideal para mejorar sus relaciones personales.


Los primeros campamentos

Desde hace más de quince años, un grupo de profesores de educación física egresados de la ciudad de Olavarría comenzaron a construir el sueño que siempre anhelaron en sus vidas: armar un lugar donde la posibilidad de convivir con la naturaleza fuese cierta, sin ningún tipo de mediadores e impedimentos.

Así fue que con mucho esfuerzo y trabajo surgió el famoso rancho que hizo que la mayoría de los colegios primarios de la provincia de Buenos Aires y del interior del país conocieran la hermosa ciudad de Tandil.

Bautizado como El Rancho de Popy, en honor a quien fuera el primer habitante de estas tierras después de los indios, el lugar funciona como un centro de actividades recreativas donde contingentes de jóvenes o grupos familiares pueden acercarse a realizar todo tipo de actividades de aventura.

Trescientas cincuenta hectáreas de bosques, sierras y lagos permiten practicar actividades de montaña como el rappel, la escalada con soga o técnica, la tirolesa y el trekking, además de la pesca deportiva de pejerreyes y la navegación en kayak y canoas canadienses que se vuelven posibles en lagunas y canteras.

  • Sierras y lagos

    Sierras y lagos

  • Puente colgante

    Puente colgante

  • Una auténtica aventura

    Una auténtica aventura

  • Naturaleza pura

    Naturaleza pura

  • Obras de arte

    Obras de arte

  • Cablecarril

    Cablecarril

  • Salón comedor

    Salón comedor

Walter Ignacio Rossi, dueño y director del lugar cuenta que “la mayoría de las familias que se acercan eligen realizar un programa multiaventura. Se trata de una salida diaria de dos a tres horas que les permite estar en contacto con deportes como el rappel, la escalada, el cable carril, montain bike y trekking. Actividades que la mayoría elige porque no son peligrosas y divierten tanto a grandes como a los más pequeños”.

Los jóvenes, por su parte, sueñan con hacer noche en alguno de los refugios de montaña que tiene el lugar. La posibilidad de hacer un asado a la luz de la luna y las estrellas con fogón y guitarreada incluida es algo habitual en los distintos refugios que posee el extenso predio.


El turno de las empresas

Desde hace un tiempo, las grandes y medianas empresas han comenzado a buscar lugares fuera de sus circuitos habituales del centro y microcentro porteño para desarrollar programas de capacitación, liderazgo, comunicación interna, relaciones públicas y recursos humanos.

Y se han dado cuenta de que, aunque retirar a sus empleados de sus rutinas y ámbitos laborales significa un alto costo, los beneficios que estos nuevos viajes de capacitación generan son realmente altos.

Que un grupo de empleados de una misma empresa se encuentren de pronto interactuando y relacionándose en un lugar agreste totalmente diferente a la oficina y a sus códigos, es algo que empezó a ser tenido en cuenta por los departamentos de relaciones públicas y comunicación.

Walter Rossi sostiene que estos encuentros son espectaculares. “Han venido grupos de todo tipo, y lo mejor es que muchos ni sabían dónde estaban en el mapa, ya que el destino muchas veces les es también una incógnita. Lo cierto es que de pronto, personas que habitualmente trabajaban juntas ocho horas diarias se encuentran en un ámbito totalmente desconocido donde las jerarquías de la oficina pasan a ser parte del pasado. Tienen que cocinarse, jugar, vivir situaciones de riesgo controlado, hacer tareas comunes, dormir en carpa, además de desarrollar todas las actividades que les tenemos preparadas. Y te aseguro es un fin de semana que no se olvidan más. Y encima a las empresas les sirve para mejorar sus relaciones internas y para seguir creciendo”.

Las palabras de Walter suenan reales, y pasan a ser verdaderas cuando observamos a un grupo que desde hace una semana está trabajando un problema de liderazgo en su área comercial. Ni se imaginan estos oficinistas que a casi un kilómetro de allí, un grupo de estudiantes de una escuela primaria de Capital Federal se encuentra realizando el primer campamento de sus vidas, y salieron a buscar madera porque a la noche tienen pensado hacer un gran fogón de despedida.

La inmensidad del predio permite que estas nuevas actividades empresariales no se superpongan con las de jóvenes, estudiantes o familias: cada uno está en su mundo. Un mundo donde el Rancho de Popy se ha constituido desde hace años en el escenario ideal para que los sueños e ilusiones de grandes y chicos se vuelvan reales.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Gentileza Elranchodepopy.com.ar

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