Recién en 1920, Salta comenzó a recibir los primeros detalles de la independencia nacional. Una fuente de claro estilo francés fue inaugurada en el centro de la plaza y aún hoy se conserva intacta y reluciente.
En 1992 la plaza fue restaurada respetando su estilo original y la enorme cantidad de árboles que existen en su superficie.
La Catedral y el Cabildo Histórico son dos de las perlas que la rodean. La Iglesia Catedral posee un altar construido en oro, y dentro de su santuario pueden observarse imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, patronos tutelares de la ciudad desde el año 1692.
De noche, su arquitectura de estilo italiano clásico con sus dos torres simétricas y su llamativa cúpula hacen de ella una de las obras más hermosas que posee nuestro país. Dándole al lugar un aire de cuento que no se repite en ninguna otra capital de provincia que tiene nuestro país. Ni siquiera en la multifacética y hermosa
.
Luces arriba y abajo El cerro San Bernardo es el punto más alto de la ciudad de Salta que fue erigida a los pies de esta fértil y verdosa montaña. Un servicio de ascenso y descenso en
teleférico, que sale desde el parque San Martín, permite subir y bajar para apreciar las exactas dimensiones de esta peculiar ciudad.
Pero cuando cae el sol y comienzan a prenderse las luces del casco urbano, desde la altura que posibilita un viaje en teleférico, la vista se vuelve una verdadera postal llena de luces, de colores blancos y amarillos, que no sólo se concentran en el extenso valle, sino que también se pierden infinitas por los innumerables cerros que la rodean.
Cuando la noche se asienta, el punto de encuentro de jóvenes y no tan jóvenes se materializa en tierra firme. Las peñas folclóricas de la calle Balcarce se han convertido desde hace tiempo en un clásico de la movida nocturna. “La Balcarce” como la llaman los salteños, siempre fue una calle que rindió homenaje al folclore y a su gente. Allí se dieron cita poetas y cantores de fama internacional, como Jorge Cafrune, Juan Carlos Dávalos, Los Chalchaleros, El Chaqueño Palavecino y el Cuchi Leguizamón.
La dictadura militar primero y la privatización del ferrocarril desaceleraron el ritmo de esta calle que quedó abandonada al olvido y a la melancolía de sus épocas de auge.
Sin embargo, hoy ha recuperado su esplendor perdido. Una vez más, los jóvenes han reciclado acertadamente el folclore popular del norte argentino, recuperando la zamba y la chacarera, dándole color a la noche en las numerosas peñas, restaurantes y cafés con que ahora cuenta esta calle que es vieja y moderna al mismo tiempo.
El Casino es otro de los atractivos de la capital salteña. La suerte puede tomar forma a través de la infinita variedad de máquinas tragamonedas o en las clásicas mesas de ruleta que, aunque se trate solamente de números, poseen su propia poesía.
Una poesía que, tanto en la plaza principal, en los cafés que la rodean, en las peñas de la calle Balcarce, en los restaurantes e incluso en el Casino, puede respirarse todas las noches. Poesía simple que enseña sólo la Luna, y que se olvida fácilmente cuando sale el Sol.