Encantadora Mar del Plata

Tanto sus espacios emblemáticos como aquellos que se ponen "de onda" cada temporada, todo es lindo y alegre en la ciudad que ya era destino turístico antes del siglo XX.

Los paseos y edificios céntricos de la ciudad de Mar del Plata no son nuevos, están enclavados ahí desde siempre y forman parte del paisaje. Quienes aman este balneario dicen que cada día lucen más impactantes, como todo el litoral marítimo.

Si para muestra basta un botón, esa enorme mole de tres cuerpos que alberga el Casino, el piso municipal de deportes y el hotel Provincial remite a los inicios de la vida balnearia. Este ícono marplatensense fue diseñado por el famoso arquitecto Alejandro Bustillo y, como si no lo conociéramos, le pasamos por delante y por detrás infinidad de veces durante la estadía. Su presencia es imponente y foto de tapa de todos los medios turísticos de comunicación.

Lo mismo sucede con las caminatas por las veredas de la rambla, repletas de gente y bares al paso; ideales para las primeras horas de la mañana, cuando el sol aún no quema la piel.

  • Icono marplatense diseñado por Alejandro Bustillo

    Icono marplatense diseñado por Alejandro Bustillo

  • La rambla

    La rambla

  • Majestuosa

    Majestuosa

  • El puerto pesquero

    El puerto pesquero

  • Langostinos

    Langostinos

  • Espectaculares playas

    Espectaculares playas

  • Club de yates

    Club de yates

Una y otra vez volvimos al Torreón del Monje, un mirador al mar, tan erguido como cuando se construyó a inicios del 1900. Año tras año cambia sus funciones y ya sea sede de un espacio cultural o de esparcimiento, tiene un magnetismo especial y una ubicación privilegiada que permite adentrarse hacia las olas.

Una de las actitudes que reiteramos a nuestra llegada a la ciudad en auto fue dejarnos maravillar por ese instante en que nos enfrentamos al mar. Entrando por la avenida Constitución, nos impactó ver de golpe el océano y todo ese conjunto de costa y playas en semicírculo junto a sus espigones y construcciones representativas de la ciudad.

Nos pasó lo mismo al acceder desde la avenida Colón. Al subir la lomada que desemboca en el Paseo Jesús de Galindez, que corre paralelo al mar, abrimos los ojos lo más posible para no perder nada de esa grandiosidad escénica. En ambos casos es quizás un juego que, aunque adultos, repetimos siempre.

Ya con más tiempo y ropa cómoda, salimos a recorrer este último paseo que, extenso y bien cuidado, prometía llevarnos hacia el puerto mientras sentimos la fuerza de las olas pegando sobre las rocas y el sabor a sal en la cara.

En los últimos años, Mar del Plata nos ha sorprendido con obras faraónicas que, en su lucha contra la fuerza del mar, lograron que las playas mantuvieran su arena. Gracias a esfuerzo, tecnología e incorporación de espigones y escolleras de piedra, se ha logrado ampliar la superficie de los paradores playeros y mayor seguridad para los bañistas.

La ciudad siempre miró a los jóvenes en tanto es el destino habitual de los que gustan de los boliches y la noche. Eso sigue tan vigente como el agregado de infinidad de deportes aventura acuáticos, terrestres y aéreos. Gente de toda edad camina, corre, anda en bicicleta y participa de las competencias organizadas. Hasta los adeptos al skate tienen su espacio, ya que en uno de los extremos de la rambla se ha construido una pista para esa práctica.

Todos dejamos atrás los protocolos de indumentaria y nos sumergimos en la comodidad de las ojotas y la ropa de playa. La gorra o sombrero se añaden al conjunto para hacer frente a esa dupla perjudicial que componen los rayos ultravioleta y el ambiente salino.

La lista de los lugares que hay para conocer y a los que siempre volvemos es extensa. En cada viaje encontramos novedades, buena onda, gente amiga dispuesta a pasarla bien. Será por eso quizá que se la conoce como “La Feliz”.

Autor Mónica Pons Fotografo Pablo Etchevers

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