Descubriendo Trevelin a caballo

No es necesario ser un jinete avezado para disfrutar de la naturaleza sobre un caballo acostumbrado a elegir piedra a piedra el suelo patagónico. Sólo hay que dejarse llevar y contemplar el paisaje.

Las laderas verdes de las montañas vecinas a Trevelin son una buena excusa para contratar una cabalgata de día entero y caminar por los mismos caminos que recorrieron los pioneros galeses hace cien años.

Más de veinte circuitos cruzan el valle y permiten contemplar la belleza natural, las montañas nevadas, los extensos campos con cultivos de flores y frutas finas, y dejar que una brisa pegue sobre la cara para reconocer las características del clima patagónico.

Nuestro baquiano, además de su conocimiento del terreno, sumó historias y leyendas acerca de la colonización de estas tierras transmitidas con orgullo de padres a hijos.

Se fueron sucediendo cascadas y toda la gama de colores y paisajes que se dan en la zona en que la meseta se ensambla con el bosque subantártico y su fauna y flora autóctonas. En algunos sectores el camino era escarpado, con grandes pendientes que llevaban hasta algún curso de agua, donde los animales saciaban su sed y los jinetes aflojábamos la rienda para darles libertad.

El verano es ideal para este tipo de salidas pero aun en los tiempos fríos es posible realizar alguno de los circuitos, siempre con un guía especializado. Varían las temperaturas, los colores de la vegetación y faltarán flores, pero el espíritu de andar a caballo permanece intacto.

Gracias al conocimiento de nuestro líder, cabalgamos por un tramo que recorrió el coronel Luis Jorge Fontana junto con el baquiano John Daniel Evans y los expedicionarios llamados Los rifleros del Chubut. La historia acompañaba nuestra cabalgata.

  • Disfrutar de la naturaleza

    Disfrutar de la naturaleza

  • Baquiano

    Baquiano

  • Siempre con un guía especializado

    Siempre con un guía especializado

  • Ese caballo criollo

    Ese caballo criollo

En algunos caminos rectos nos dejamos llevar sin preocuparnos por conducir a ese caballo que conocía con exactitud el camino y que respiraba con fuerza mientras nos balanceábamos suavemente sobre la montura.

El sol nos acompañó aun en esos senderos donde los árboles permitían algo de sombra para mitigar el calor de febrero. Sólo veíamos sus haces de luz atravesar las ramas y llegar al suelo con dibujos fantásticos. En otros momentos sentimos la velocidad y el viento en la cara y fue necesario afirmarse bien para el trote propuesto por el caballo.

En los momentos de descanso y el almuerzo, el guía fue desgranando historias locales y conocimos la del famoso Malacara, caballo propiedad de don John Daniel Evans, uno de los colonos galeses que arribó con el primer contingente de inmigrantes.

Ese caballo criollo salvó la vida de su patrón en un episodio sangriento en el que un grupo de indígenas se enfrentó con otro de pioneros. El Museo Regional y los dichos de los pobladores rinden homenaje a este personaje local.

En general, las cabalgatas se hacen coincidir con los clásicos asados criollos o con lances de pesca con mosca en los espejos de agua que se encuentran en los circuitos locales. La culminación de nuestra cabalgata fue al llegar hasta un punto panorámico donde se tiene una imagen única de “Tre”: “pueblo”, “Velin”: “molino”, y su Cwm Hyfryd: “Valle encantado”, todas palabras de origen galés.

Autor Mónica Pons Fotografo Gentileza Blucansendel.com.ar

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