Paseo en barco por el Delta

El delta es uno de esos lugares inolvidables que quedan registrados para siempre en la memoria de sus visitantes. Recorrerlo en barco resulta la mejor elección para conocer desde adentro sus ríos, sus islas y su gente.


Un paseo realmente imperdible

El “Barba” nos estaba esperando desde temprano, podría decirse que ni bien los primeros rayos de sol tocaron el agua de la guardería de San Fernando, él ya tenía todo listo. El Barba en realidad no es otro que un hermoso barco que sirve tanto para pescar como para pasear, pero apenas se lo conoce a su dueño, Santiago Bengolea pareciera que barco y capitán se confunden en una misma persona.

Luego de subir todo a bordo salimos de la guardería Canestrari navegando el río Lujan, que funciona como límite natural entre el continente y las islas, a las que se accede sólo a través de embarcaciones.

Navegarlo, significa observar su pintoresca costanera, algunos clubes de remo de neto estilo inglés, innumerables guarderías naúticas y las grandes mansiones de la belle époque como el Tigre Hotel, hoy transformado en la Casa de la Cultura.

  • Un paseo realmente imperdible

    Un paseo realmente imperdible

  • Barco y capitán se confunden en una misma persona

    Barco y capitán se confunden en una misma persona

  • Caminar las islas

    Caminar las islas

  • Uno de esos lugares inolvidables

    Uno de esos lugares inolvidables

Así, lentamente fuimos dejando atrás los transitados canales y ríos de la primera sección del delta como el Vinculación, Urión y el canal Honda, hasta que nuestros ojos divisaron la inmensidad del río Paraná que cruzaríamos para internarnos luego en la tranquilidad del Aguaje del Durazno, un hermoso arroyo de aguas calmas que corren en laberinto y que nos empujan hasta los bajos del Río de la Plata. Este lugar pertenece ya al segundo tramo o sección central del delta.

Allí, hicimos la primera parada para intentar pescar algunas bogas, pero no tuvimos suerte. Sin embargo, una picada de fiambres, quesos y elegantes vinos sirvió como excusa perfecta para ir anticipando lo que sería el almuerzo…


El tan buscado valor agregado

Lo importante es que a medida que se navega el turista aprende a conocer cada metro de agua recorrido. Cómo y cuándo, qué tipo de flora y fauna, qué indios habitaron las islas antes de la llegada del hombre blanco, por qué hay tantas variedades de peces, y otras inquietudes más son algunas de las curiosidades que tienen los visitantes. Y Santiago tiene un conocimiento tan completo e impecable de la región que su experiencia sirve para dejar más que satisfechos a los turistas. Incluso, cuando la situación así lo requiere, se suma al grupo Cecilia Cambieri, una enamorada del delta que se dedica a las travesías y a interpretar la naturaleza de las islas.

El barco disminuye su marcha y Santiago señala la costa indicándonos cómo se formaron y siguen formándose las islas. Explica a los turistas que las crecidas del río Paraná arrastran gran cantidad de sedimentos y que éstos, al quedar retenidos con los juncos de la costa, comienzan a formar los albardones, que al rellenarse darán origen a nuevas islas.

“El delta encierra en su interior un montón de preguntas y respuestas, y esa es la verdadera atracción de estos paseos. Algunas salen a la luz durante la salida y otras seguramente quedarán guardadas para otro viaje. Quizás por ello es que la velocidad del barco se debe adecuar a lo que vamos mirando, no tiene ningún sentido correr. El delta te va a mostrar su vida en cada arroyo que vas recorriendo. No tenemos que ir en busca de algo particular lo lindo es detenernos a esperar que la naturaleza nos muestre por sí misma sus reglas y códigos, y esto aquí sucede todo el tiempo. El delta te sorprende siempre” agrega este apasionado de la zona.


“Asado a bordo” dijo el capitán

El mediodía nos encontró en el interior del Canal Estudiante, un arroyo único que sintetiza de manera perfecta la magia del delta.

Su suave correntada, sus camalotes a la deriva, sus azaleas y helechos salvajes en cada uno de sus desbordes y la paz de su calma chicha interrumpida sólo por la caída de las hojas de los árboles, lo vuelven muy especial. El canto de distintos pájaros interrumpen de vez en cuando el silencio reinante.

Allí mientras esperábamos el pique de algún dorado o cachorro de surubí, el Barba comenzaba a prender el fuego en una parrilla portátil que colgaba en uno de los extremos de la embarcación y dejaba ver en su interior una pequeña muestra de un típico asado argentino.

Y en minutos, sus afirmaciones acerca de que el delta se encargaría de mostrarnos su propio espectáculo se volvieron reales.

Una vieja chata cargada con madera hasta el límite apareció de la nada y terminó con la calma del arroyo. Al rato apareció la lancha almacén y la detuvimos, al igual que se llama a un taxi, para comprarle un par de kilos de pecanes, las famosas y sabrosas nueces de las islas introducidas en el delta a principios del 1900. Un botecito a remo con chicos volviendo del colegio se ganó nuestros saludos, mientras dos isleños que transportaban cañas tacuara y mimbre en sus canoas revisaban algunas trampas de pesca que habían sido colocadas la noche anterior en busca de grandes tarariras.

El saludo entre los integrantes de cada embarcación es parte de los códigos de navegación del delta, y esto va más allá de que se navegue en canoa, en kayak, en bote, en barcos o en yates multimillonarios. Pareciera que por momentos, las diferencias sociales se borran en pos de un paisaje que tiene sus códigos propios, donde la naturaleza los impone.

¿El asado? Sin palabras….


Caminar las islas

Si bien navegar es una hermosa manera de apreciar la naturaleza, muchos turistas gustan de caminar las islas por dentro. Y pueden hacerlo, ya que la posibilidad de hacer costa y bajar a tierra firme es una constante en casi todas.

Nuestro destino fue la hostería Los Pecanes, ubicada en la segunda sección del delta. Allí sus dueños, Ana y Richard, se encargaron de situarnos en la magnitud de lo que alguna vez fue la época de oro del delta, cuando las islas abastecían de frutas a la ciudad de Buenos Aires, cuando los clubes de pesca crecían en cantidad de socios y cuando casi cien mil personas estaban instaladas en las tres secciones del delta.

Hoy, si bien la cifra no supera las veinticinco mil, el crecimiento turístico además de poblar las islas todos los fines de semana del año, ha hecho que algunas familias hayan comenzado a ver al lugar como destino de sus inversiones inmobiliarias. Incluso, para cambiar de vida.

Así, acompañados por la incansable Ana, comenzamos a caminar distintos senderos que nos llevaron al interior de una típica isla del delta. Nidos de todo tipo de pájaros, avispas y abejas, hortensias, enredaderas y helechos salvajes, pequeñas lagunas y ríos con castores incluidos, además de colibríes fueron algunas de las atracciones que nuestros ojos pudieron observar a cada paso.

La hora del té nos sorprendió sentados frente al río a la sombra de los pecanes que le han dado el nombre al lugar. Esta nuez inigualable sirvió para que con sus recetas celosamente guardadas, Ana se convirtiera en una verdadera leyenda de la gastronomía de las islas. Y basta con probar alguna de sus tortas caseras …


La paz de la noche…

La luz de a poco comenzaba a anticipar la llegada del ocaso, por lo que la despedida nos devolvió nuevamente a navegar otra vez el río. La tabla lunar pronosticaba una hermosa luna llena que nos mostraría un delta distinto, entre estrellas y satélites.

Y es verdad, de noche el delta merece también que nuestros ojos se detengan en sus colores, que nuestro olfato se pierda en sus olores y que nuestros oídos se maravillen con el silencio de su música o con el viento de alguna sudestada. Pero esa es otra historia que algún día les contaré...

Autor Pablo Etchevers Fotografo Pablo Etchevers

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