Excursión a la cascada Ñivinco

Escondida en un denso bosque patagónico, la cascada Ñivinco ofrece sus mejores sonidos en un paraje donde impera el silencio.

Desde hace un tiempo, la excursión a la cascada Ñivinco se ha hecho conocer gracias al “boca a boca”. Se refugia en un bosque y es necesario internarse entre las especies autóctonas antes de sentir su presencia.

Para conocerla salimos en nuestro automóvil desde San Martín de los Andes por la ruta de 7 Lagos (nacional 234) hacia Villa La Angostura. Recorrimos 50 kilómetros de asfalto primero y 10 kilómetros de ripio después hasta alcanzar el puente sobre el río Pichi Traful y la seccional de guardaparques del Villarino.

Desde allí en el cuentakilómetros del auto contamos 6,2 kilómetros y tomamos el sendero sobre mano derecha, hasta alcanzar una playa de estacionamiento con indicadores del parque nacional Nahuel Huapi. La aventura siguió a pie, con una pequeña mochila al hombro.

  • Infinidad de saltos bajando

    Infinidad de saltos bajando

  • Se refugia en un bosque

    Se refugia en un bosque

  • Una amplia playa de piedras de colores

    Una amplia playa de piedras de colores

  • Un secreto patagónico

    Un secreto patagónico

  • Disfrutemos ese momento

    Disfrutemos ese momento

Vadeamos un arroyo angosto y de aguas muy frías que en época de deshielo lleva algo más de correntada pero igual se franquea sin dificultad. En la otra orilla un cartel nos mostró cómo seguir. El bosque de especies achaparradas fue dando lugar a un bosque de ñires y caña colihue de mayor porte. La barba de viejo colgando de sus ramas mostraba el grado de oxigenación del ambiente. El sonido de nuestros pasos sobre la senda contrastaba con el silencio.

Seguimos las marcas numeradas y pintadas de amarillo y disfrutamos de las hojas de bordes rizados de los ñires; el brillo del chinchín; las desparejas cañas colihue. Algunos troncos a modo de escalón marcaban los desniveles del terreno mientras de a poco el murmullo de la cascada se hizo sentir cada vez con mayor presencia.

Cuando finalmente encontramos el arroyo, tomamos una senda muy estrecha siguiendo su borde. Hicimos una caminata de unos cuarenta minutos a paso tranquilo bajo un túnel de ñires que nos tocaban la cabeza.

La incógnita quedó develada: detrás de una amplia playa de piedras de colores apareció el recodo más amplio del arroyo con una pared rocosa en desnivel y la primera cascada de sonido muy suave.

Entonces nos enfrentamos con su sector principal: infinidad de saltos bajando por las escarpadas rocas para luego abrirse en una escalera en zigzag hasta alcanzar el nivel del arroyo. El fuerte sonido de algunos escalones contrastaba con el murmullo de otros, formando un coro.

En una olla central poco profunda, se bañaban unos niños disfrutando de zambullidas desde una piedra. Con alegría y gritos entraban una y mil veces del agua cortando el rayo de sol que se filtraba entre los árboles circundantes.

Nos quedamos allí unos minutos para disfrutar de ese momento. Luego seguimos nuestro trekking por el borde la cascada hacia su mirador. Los distintos escalones de piedras muy planas permiten pasar de un lado al otro del arroyo fácilmente.

Aguas arriba nos sorprendió la presencia de un par de patos de los torrentes, una especie autóctona casi extinguida. La trepada sigue, se hace más dificultosa y puede realizarse con pericia y el calzado adecuado.

Nosotros regresamos para quedarnos un rato más en la playa frente a la cascada mientras saboreábamos nuestros sandwiches con mate amargo. Nuestro “boca a boca” hará posible que otros amantes de los secretos de los bosques patagónicos la conozcan.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

DificultadDificultad: Bajo o medio según se elijan los senderos que comunican las distintas alturas del arroyo.
DuraciónDuración: Medio día

Ubicación

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