Sendero interpretativo de Laguna Verde

Esta reserva municipal, ubicada a unos 1.200 m del Puerto Angostura, es un umbroso bosque de cipreses, coihues, arrayanes, radales y otras especies...

Encerrada por un follaje muy alto, la laguna está envuelta además por un barrio residencial de casas y jardines muy bonitos, muy cerca del centro de la Villa.

Al ingresar, aceptamos las indicaciones sugeridas en el cartel de bienvenida: realizamos el circuito marcado en el plano en forma silenciosa y respetando las aves. No teníamos apuro, por lo que decidimos dedicarle atención y caminar con calma.

El primer impacto fue visual: el angosto sendero parecía estar “techado” por una apretada vegetación formada por árboles añejos y de gran sombra. La humedad en el ambiente se manifestaba por la presencia de hongos sobre los troncos.

La brisa movía los árboles y el sonido se sumaba a algunos gorjeos de los pájaros escondidos en las ramas superiores. El eco de la naturaleza ingresó por nuestros oídos y nos llegó al alma. Ese fue el segundo impacto; esta vez auditivo.

  • Pasarelas de madera con barandas

    Pasarelas de madera con barandas

  • Respetando las aves

    Respetando las aves

  • En su hábitat

    En su hábitat

  • Calma

    Calma

Allí donde el bosque era más abierto y cercano a la laguna había un asiento de madera esperándonos. Troncos caídos también servían de recurso para descansar, leer o mirar el paisaje.

“¡Buen día!”, saludamos a una señora mayor sentada allí con un libro abierto. Corroboró lo que habíamos pensado: era un lugar ideal para la lectura.

Recién cuando nos sentamos e hicimos silencio, detectamos que los pájaros se animaban a llamarse los unos a los otros, como creyendo que estaban solos.

En algunos rincones del bosque, varios arrayanes jóvenes se refugiaban debajo de enormes cipreses que parecían admitir ese entrelazado natural. Sólo el color original de sus troncos permitía diferenciar las especies.


Sonata boscosa

La variedad de tonos, de formas y flores nos hizo imaginar una orquesta instrumental con todos sus músicos. El perfume del ambiente y los frutos de algunos arbustos también agregaban lo suyo. Entre todos daban movimiento al bosque.

Varias pasarelas de madera con barandas nos acercaron aun más a la laguna y sentimos como si permitieran caminar sobre el agua misma. Ésta, muy fangosa, nos confirmó la prohibición de baño observada en los carteles.

Mientras caminábamos por el sendero alfombrado de hojas de coihue, descubrimos un pájaro carpintero que golpeteaba con su pico sobre el tronco de un árbol. Ensimismado en su búsqueda de pequeños insectos, no se percató de nuestro paso por debajo de su área de trabajo.

Más allá, una garza blanca decidió cambiar su refugio e inició un breve vuelo casi al ras del agua agitando suavemente sus extensas alas.

“¿Conocían este circuito interpretativo?”, nos preguntaron unos muchachos residentes de la villa que pasaron en bicicleta, orgullosos de contar con ese lugar al que no muchas personas llegan.

“No, y nos parece excelente. El boca a boca nos trajo y lo haremos conocer”, fue nuestra respuesta.

Al traspasar la tranquera, nos despidió un murmullo de pájaros, nos volvió a recibir ese hermoso barrio de casas agradables y buenos jardines, y tomamos otra vez contacto con la villa.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

Cómo llegarCómo llegar: Se accede por detrás de la Capilla de la Asunción, ubicada sobre la avenida Nahuel Huapi, que lleva al puerto. Hay cartel y estacionamiento para vehículos.

Ubicación

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