Pesca en el muelle de Gesell

Durante todo el año el muelle recibe a grandes y chicos que disfrutan de un pasatiempo sin fecha de vencimiento: siempre es actual.

El muelle de Gesell lleva varias décadas en el mismo sitio, un punto característico de esta localidad turística. El Club de Pesca, Caza y Náutica de Villa Gessell es el encargado de mantenerlo.

Llegamos hasta la avenida costanera y la calle 128 para conocerlo y para estrenar nuestro medio mundo, con el cual teníamos poca experiencia. Encontramos mucha gente ya entregada a la actividad e intentamos encontrar un espacio para poder lanzar nuestro aparejo de pesca. Existe un reglamento no escrito de la ética deportiva, por la cual el que llega ocupa su sitio sin invadir el de sus vecinos.

Quizás el mejor momento para conocer la vida auténtica del muelle es a la noche. Cuando todo el mundo se va a dormir, los verdaderos pescadores, los fans, llegan con sus mejores elementos de pesca. Existe casi una amistad entre los habitué, ya que comparten experiencias, secretos y comentarios afines. Conocen perfectamente de armado de línea de flote o fondo, los nudos básicos y hasta el “empatillado” de los anzuelos para la pesca del pejerrey, como así también en qué época del año sale cada especie de pez o mariscos. De su arte depende que vuelvan a casa con alguna corvina o se contenten con las clásicas anchoítas y camarones.

  • Grandes y chicos

    Grandes y chicos

  • Un apetecible trofeo

    Un apetecible trofeo

  • Clásico de pescadores

    Clásico de pescadores

  • Ética deportiva

    Ética deportiva

Abrigados, con la petaca amiga que permite unos tragos cuando el frío se hace sentir, los solitarios pescadores forman un mundo aparte. Saben mejor que nadie que en las canaletas cercanas a la playa pueden encontrar su premio.

En general son hombres, aunque de vez en cuando se suma alguna vecina fanática de este deporte. Con sus banquetas plegadizas y el mate, esperan pacientes aquella presa tan deseada. Tanto las farolas como el constante golpeteo de las olas sobre los palos que sostienen el atracadero acompañan siempre. Desde la costa se ve el brillo de las cañas en movimiento; las figuras humanas apenas se perciben. Desde el muelle se tiene una visión distinta de la hermosa ciudad iluminada.

Estuvimos allí un rato y, al salir, encontramos una placa que homenajeaba a un perro fiel a quien llamaron Pancho. Según ese cartel, acompañó a su amo por muchos años y se quedó a vivir en ese sitio aun después de su muerte. También observamos que el club cuenta con un hermoso restaurante con especialidades de mar y que es muy visitado.

Con más de cuarenta años de vida, el muelle siempre es valorado por turistas y locales. Nosotros volvimos a casa con unos pocos cornalitos, proporcionados con nuestra poca sabiduría para lanzar el mediomundo.

Autor Mónica Pons Fotografo Pablo Etchevers

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