Remar en el Tigre con Sudeste Paseos

El delta del Paraná enamora a los fanáticos de la naturaleza con sus incontables ríos y arroyos, ideales para remar en kayak. Apto para todo público.


A minutos de la gran ciudad

A tan solo treinta kilómetros de la capital, a un tren de distancia, se encuentra el Tigre, el principio (¿o el fin?) del delta del Paraná. Muchos porteños migran a esta ciudad durante el fin de semana pero, ¿cuántos de ellos se aventuran en la primera sección del Delta?

Decidimos hacerlo un hermoso domingo soleado de primavera. Partimos con la lancha colectiva de las nueve de la mañana rumbo al río Espera y en tan solo treinta minutos llegamos al muelle Las Leñas. Al parecer, no éramos los únicos aventureros. Con nosotros bajaron dos chicos y Carmen, la novia de Martín, dueño y guía de Sudeste Paseos.

Luego de un pequeño recorrido por las instalaciones, Martín nos mostró los equipos y nos enseñó a utilizar los remos. Hicimos unos ejercicios de calentamiento y acto seguido cada uno subió a sus respectivos kayak. Nosotros subimos a un kayak doble; al tener mayor superficie en contacto con el agua, es más estable y por lo tanto más apropiado para principiantes.

  • Los fanáticos de la naturaleza

    Los fanáticos de la naturaleza

  • No daban ganas de abandonar ese lugar

    No daban ganas de abandonar ese lugar

  • Un lugar tan mágico tan cerca y tan accesible

    Un lugar tan mágico tan cerca y tan accesible

  • Bello Delta

    Bello Delta


A navegar ya…

La primera parte del recorrido fue bastante agitada. Como salimos por una vía principal, tuvimos que remar entre el tráfico isleño de fin de semana. Por suerte esto no duró mucho y de todas formas no fue tan terrible. Doblamos en un hermoso arroyo tranquilo, bañado por el sol y protegido por los árboles. Algunas casitas elevadas (típicas del Delta y de zonas inundables) aparecían y desaparecían tímidamente. El olor de las ligustrinas invadía todo el espacio y el sonido del agua acompañaba nuestro andar. A lo lejos, avistamos un biguá.

A la hora más o menos encontramos un lugarcito entre la sombra y el sol ideal para tomar unos mates. Nos quedamos un rato ahí, charlando, disfrutando del sonido de la naturaleza. ¿Habrá sido un carpintero, un zorzal, un hornero, un celestino, un federal, un benteveo? Alguna especie del Delta nos deleitó con su bello canto en aquel bosque ribereño.

Como aún nos quedaba un largo trecho, tuvimos que abandonar nuestro bello refugio y volver a remar. A eso de la una de la tarde llegamos a un parador isleño de comidas caseras. Amarramos nuestros kayak y nos sentamos en una mesa con vista al río. El parque era hermoso y estaba muy bien cuidado. Unas hamacas colgaban invitadoras.


Sobremesa y descanso

Luego de una sobremesa encantadora, volvimos a la casa de Martín. Subimos los kayak al parque, dejamos los salvavidas junto a los remos y nos sentamos alrededor de la mesa. En cuestión de un minuto, Martín desplegó mapas y libros y (mate va, chipá viene) nos contó sobre el patrimonio natural y cultural del Delta. También nos marcó el recorrido que habíamos hecho y dónde se encontraba su casa.

La verdad, no daban ganas de abandonar ese lugar. Teníamos planeado tomar la lancha de las 17:30, pero terminamos tomando la de las 19:00 y no fue sin pena que nos despedimos del río Espera.

Qué paz, sin embargo, saber que hay un lugar tan mágico tan cerca y tan accesible. ¡Hasta que nos volvamos a ver, bello Delta!

Autor Pablo Etchevers Fotografo Gentileza Sudeste-kayak.com.ar

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