En bicicleta por las pampas

Mar de las Pampas es el sitio ideal para los amantes del ciclismo. Allí es posible encontrarse con un paraíso para andar en bicicleta, donde bosque y mar se vuelven protagonistas.


Bienvenidos al paraíso

Un cartel gigante nos da la bienvenida luego de dejar la polvorienta calle de arena que comenzamos a tomar al final de Villa Gesell y que, luego de casi seis kilómetros, nos depositó en el paraíso.

Mar de las Pampas es un bello y joven balneario de la costa atlántica que desde hace algunos años ha logrado construir una identidad propia que lo separa del resto de nuestras ciudades costeras. Aquí la química ha resultado perfecta y logra enamorar a sus visitantes con las dosis exactas de bosque y mar argentino, algo que se respira a lo largo de sus calles, médanos e incluso puertas adentro de sus cabañas y apart hotel.


Mucho más que dos

  • El sitio ideal

    El sitio ideal

  • Un bello y joven balneario

    Un bello y joven balneario

  • Un natural entorno

    Un natural entorno

  • En bicicleta, mucho mejor

    En bicicleta, mucho mejor

  • Tranquilo y apacible lugar

    Tranquilo y apacible lugar

No existen dudas de que el mejor vehículo para conocer este pequeño poblado es la bicicleta. En dos ruedas, y sin la prisa que poseen otros vehículos, es posible observar todo con los tiempos correctos para apreciar nuestro alrededor con la calma y cautela necesarias para que no se nos escape nada. El bosque y las calles que se sumergen en él y se pierden o bifurcan fueron los primeros caminos a tomar mientras pedaleábamos. La idea era elegir entre las rectas y las curvas, las que resultaban interminables e incluso las que no poseían salida, en lo cual radicaba su belleza.

La observación de la naturaleza en su estado más puro era la otra gran atracción de nuestro recorrido. Los sonidos se volvían extraños y llamativos a la vez. Entre estos se destacaban el tímido canto de los pájaros, las corridas de las liebres o el crujir de las piñas que secas caían de los altos pinos al suelo. También la presencia del viento hacía lo suyo. Sonidos mínimos que se pierden al oído humano cuando el automóvil es el vehículo elegido para recorrer.


El encanto de perderse

La primera de las calles para entrar a Mar de las Pampas (viniendo de Villa Gesell) recibe el nombre de Las Acacias y, una vez transitados sus primeros metros, ya es posible comprobar que estamos literal y materialmente en otro mundo.

La geografía de Mar de las Pampas es, para algunos, desordenada. Para otros, una tentadora invitación a recorrer las calles que llevan casi sin querer a algún lugar cualquiera, sin importar bien a dónde, cómo y por qué. Su trazado urbano no responde a ninguna lógica. Muchas de sus calles cambian de nombre cuadra tras cuadra. Con el nombre de “José Pagano”, “San Andrés” y “Alberto Williams” fueron bautizadas estas calles que confunden a los “atentos” visitantes, porque comienzan y terminan en la misma cuadra.

En realidad, en un principio la urbanización de Mar de las Pampas se había planificado en manzanas cuadrangulares. Esta elección no tenía en cuenta el paisaje irregular de las boscosas y movedizas dunas y, desde 1971, año en que el gobierno de la provincia de Buenos Aires aprobó el rediseño, la urbanización se adaptó sabiamente a la naturaleza del lugar.

Así es que, desde fines de los ‘70, llegar a este tranquilo y apacible lugar implica dejarse llevar por el aroma de los árboles, caminar por sus calles de arena, disfrutar del silencio y perderse una y otra vez, ilimitadamente.

Y si se lo hace en bicicleta, mucho mejor.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Pablo Etchevers

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