Conos volcánicos y un extenso escorial de lava de diversos colores conforman un paisaje sorprendente al visitar la Reserva Provincial La Payunia. Descúbrala con nosotros.
Unos tibios y tímidos rayos de sol nos sorprendieron en la mañana malargüina. El transfer nos conducía por la ruta 40 con dirección Sur. El destino era la reserva provincial La Payunia, un lugar único en el mundo por poseer una de las zonas con mayor concentración de volcanes del planeta. Un verdadero libro a cielo abierto, en cuanto a vulcanología se refiere. Más de 800 volcanes y alrededor de 1.000 conos volcánicos en medio de un paisaje cubierto de lava negra forman parte del escenario que estábamos a punto de visitar.
La idea de estar entre volcanes generaba un gran sensación de enigma en todos los participantes de la excursión. Era difícil imaginar aquella extraña formación de basalto puro, donde tiempo atrás hubo temblores infinitos, rocas encendidas y olor a azufre.
Pronto dejamos atrás la Cuesta del Chihuio, un sitio de gran interés paleontológico y arqueológico, y comenzamos a atravesar la Depresión de los Huarpes. Al oeste divisamos la cordillera principal y unos kilómetros más adelante observamos a la lejanía el claro de la Reserva Provincial Laguna de Llancanelo, que mide 50 kilómetros de largo por 10 de ancho, donde se dan cita numerosas aves como flamencos, cisnes coscoroba, chorlitos y más de 30 variedades de patos.
La ruta 40 se transformó en ripio y comenzamos a atravesar la “Patagonia Mendocina”. En el camino vimos rocas sedimentarias marinas y nos llamó la atención el cerro Palal Mahuida – “cerro rayado” en lengua mapuche – con múltiples sedimentos de variados colores. Dejamos atrás la pequeña población de Bardas Blancas y para ese entonces nuestra ansiedad por conocer Payunia parecía desbordar.
La primera parada la efectuamos en La Pasarela, donde apreciamos un pequeño preludio de lo que se avecinaba. Un profundo cañadón, esculpido por un río de aguas de deshielo, nos permitió espiar parte de la topografía que en minutos estaríamos atravesando.
Continuamos nuestra marcha y abandonamos la ruta 40 para tomar la 181 hacia el Este. Pronto comenzamos a atravesar una región de grandes contrastes, con pampas negras y cerros rojizos de diversas formas que se formaron a fines del período Terciario. El infinito escorial que estábamos pisando no dejaba de fascinarnos. “Payunia” deriva de la voz pehuenche “payen”, que significa “lugar donde hay cobre”. Un cartel nos anunció que ya nos encontrábamos en la reserva misma y con gran atención escuchamos el relato de nuestro guía.
Coladas de basalto y campos piroclásticos de diversos colores imprimían en el paisaje una belleza singular. Este lugar atrae numerosas especies autóctonas, entre las que divisamos guanacos, choiques – ñandú petiso –, piches y lagartijas.
Nuestro tranfer nos condujo hacia el Campo de Bombas – trozos de lava que rodaron desde los cráteres en estado líquido – y para ese entonces el paisaje parecía surrealista. Nos daba la impresión de estar visitando otro planeta. A lo lejos divisamos los majestuosos volcanes Payún Matrú y Payún Liso, que se distinguen del resto por su notable altura.
Nuestro guía nos explicó todo acerca de esta extraña formación y nos estremecimos al escuchar su relato. “El volcán Payún Matrú tiene 3.691 metros de altura y es muy joven, en términos geológicos, de alrededor de 300 mil años. Son varias las erupciones que se han producido, múltiples y complejas, por lo que a su alrededor se observa la formación de coladas de lava de distintas edades cuaternarias. Además de estas coladas, se encuentran otros componentes volcánicos, como piroclastos de diferentes tamaños llamados bombas, lapilli y cenizas volcánicas”, informó nuestro anfitrión.
Descendimos del vehículo para realizar un trekking hasta la boca del cráter del volcán Colorado. En silencio observamos el volcán Santa María, cuya colada de 17 kilómetros de largo es conocida como Escorial de la Media Luna. En otra dirección vemos el volcán Herradura, denominado así por su forma. Lo rodean pequeños conos de colores lilas y azules.
Subimos incansablemente hasta el borde del cráter. El impresionante paisaje se regaba ante nuestra vista mientras intentábamos capturar imágenes fotográficas de aquel momento.
Esta reserva natural atrae a geólogos y vulcanólogos de todas partes del mundo, quienes afirman que un escenario semejante sólo se lo puede encontrar en Islandia, Hawai o quizás hasta en el planeta Marte.
Tras recorrer la región y quedar alucinados con lo que habíamos presenciado, el transfer emprendió el regreso a la ciudad. Sin duda, La Payunia estará por siempre en nuestro recuerdo como uno de los paisajes más extraños y espectaculares que hemos visto.
Al visitar Malargüe, no dude en realizar esta expedición que en vivo y en directo relata cómo fue el momento en que la furia de los volcanes transformó el planeta.