Abriendo las puertas de Cachi

Hay viajes imperdibles. Salta, la cuesta del Obispo, la recta del Tin Tin y el pequeño pueblo blanco de Cachi forman parte de uno de ellos. Un recorrido para volver a mirar.

Desde Salta, hay que tomar la ruta 68 hacia el sur de la provincia, hasta llegar aproximadamente a la localidad de El Carril. A metros de allí, aparece la ruta provincial 33, que nos conduce hasta la quebrada de Escoipe, un lugar realmente maravilloso desde donde comienza a recorrerse uno de los rincones más pintorescos del norte argentino.

Aquí, el camino transita entre una vegetación casi selvática, donde reinan los helechos a lo largo del río que da origen a la quebrada de Escoipe y que, con sus crecidas y sequías, ha estado custodiando estos rincones desde hace millones de años.


Hacia la cuesta del Obispo

De a poco, y luego de transitar casi 80 kilómetros, el camino comienza a cambiar rotundamente. La aridez le va ganando metros a la selva y lentamente comenzamos a ganar altura, dejando los 1000 metros hasta llegar casi a los 2000 metros sobre el nivel del mar.

  • Cuesta del Obispo

    Cuesta del Obispo

  • Los cactus, o cardones

    Los cactus, o cardones

  • Lo religioso presente

    Lo religioso presente

  • Museo de Arqueología Pio Pablo Díaz

    Museo de Arqueología Pio Pablo Díaz

  • Cachi, solitariamente blanco

    Cachi, solitariamente blanco

  • Calles de Cachi

    Calles de Cachi

La cuesta del Obispo, como se la conoce en los mapas, es un verdadero paraíso donde puede apreciarse cómo el trabajo laborioso del hombre logró hacerse “camino al andar”, como dice el popular dicho.

Semejantes idas y vueltas del camino, curvas y contracurvas, rulos y nudos necesarios para subir la montaña pueden visualizarse en forma espectacular en La Piedra del Molino, un sitio ubicado a 3620 metros sobre el nivel del mar que deja apreciar una vista panorámica única.

Las montañas se tiñen de verde, marrón y gris, y comienzan a mostrarnos lentamente la aridez de la puna que aparecerá en los próximos kilómetros. Los cactus, o cardones, que hasta este momento no se había hecho notar, han comenzado a decir presente.


La famosa recta del Tin Tin

Es una recta perfecta que atraviesa el Parque Nacional Los Cardones y, según los estudios historiográficos, fue realizada por los nativos del lugar, y seguida durante siglos para atravesar el desierto de cactus.

Ahora, el camino se ha vuelto monótono y ya pavimentado, deja a ver a ambos lados siluetas de cardos de distintos tonos de verde y amarillos que con sus espinas parecen vigías naturales.

La famosa recta, trazada a 3000 metros sobre el nivel del mar, posee a su izquierda un pequeño cerro que le da nombre (cerro Tin Tin), mientras que a la derecha se encuentra el cerro Negro.

Los cardones son símbolos típicos del Noroeste argentino. Son altos y espinosos y permanecen erguidos en las laderas de los cerros constituyendo un depósito de agua fresca permanente y también de alimento para los animales de la zona y para los habitantes de las montañas.

La recta del Tin Tin posibilita también la observación de decenas de animales que se encuentran en peligro de extinción. Entre ellos, la vicuña y el huemul -o pequeño ciervo del norte-, además de grandes cóndores que sobrevuelan la zona esperando el momento adecuado para bajar a comer.

Tras no más de 20 kilómetros, el camino nos deposita en el pequeño y blancuzco poblado de Cachi, un lugar donde el reloj parece haberse detenido quién sabe por cuánto tiempo.


Cachi, solitariamente blanco

Cachi es un pueblo anterior a la dominación española donde antiguamente habitaban los Chicoanas.

Hoy, su población se levanta entre la unión de los ríos Cachi y Calchaquí, y a lo largo de sus manzanas pueden observarse vestigios del pasado.

Muchos de ellos se encuentran atesorados en su pintoresca iglesia parroquial del siglo XVIII, en su Museo Antropológico y en el hermoso Museo de Arqueología Pio Pablo Díaz, donde además de objetos del hombre antiguo pueden observarse fósiles de viejos peces y enormes dinosaurios.

En Cachi, anualmente se realizan varios festivales: el Festival de la Tradición Calchaquí, el Festival de la Canción, la Fiesta a San José -llamativa en todo el Norte porque se realiza la quema de cardones muertos- y la peregrinación al cerro de la Virgen Reina de los Cielos. Otros eventos que anualmente congregan a todos los salteños son el Encuentro de Artesanos del valle Calchaquí y el concurso de la comida Vallista.

Dejando Cachi, es posible continuar viaje hasta la hermosa Cafayate, transitando una de las rutas más hermosas y místicas que tiene nuestro país: la famosa Ruta 40, que une la localidad de La Quiaca, en el Norte, con Ushuaia, el extremo sur de Argentina, y que para muchos es el esqueleto de la república.


Ruta 40, destino Cafayate

El primero de los pueblos que aparece cuando iniciamos este recorrido es Payogasta, una pequeña población de origen indígena que se encuentra rodeada de sierras y cordones montañosos tapizados de cardones de todos los verdes.

Seclantás es otro de los poblados que siguen y que se hizo famoso por sus ponchos artesanales y por sus telares.

Molinos, quizás el más conocido de estos pequeños poblados, fue fundado a mediados del siglo XVII, y presenta símiles características a las construcciones de aquella época: casas de adobe y galería. El city tour clásico incluye sus hermosas haciendas y, al igual que en todos los pueblos del norte, su iglesia y su plaza.

Angastaco es el pueblo que mejor representa icónicamente a la Quebrada de las Flechas y posee un hermoso museo regional además de algunas hosterías que lo hacen ideal para pasar la noche si se quiere hacer un alto.

A medida que avanzan los kilómetros, aparece San Carlos, bordeando el legendario río de las Flechas, una antigua población de viviendas antiguas y coloniales donde la influencia española ha logrado, como siempre, que se destaquen la plaza principal y la iglesia.

Animaná, San Antonio y Yacochuya se encuentran a escasos kilómetros de Cafayate. En ellos pueden observarse pinturas rupestres, viñedos y hermosos paisajes que van preparando la vista a medida que nos acercamos al paraíso: Cafayate

Cafayate no es un sitio más. Sus kilómetros de infinitos colores y formas son un premio a este viaje maravilloso que comenzó en Salta, atravesó la selva, siguió por la puna y la precordillera y nos trasladó finalmente a un hermoso y arenoso valle donde la vid, el viento y su gente son los grandes protagonistas. Y donde después de semejante pericia y kilómetros, es fundamental levantar las copas bien alto y brindar con un torrontés o champagne de la zona por todo el arduo camino recorrido.

¡Salud…!

Autor Pablo Etchevers Fotografo Jorge González

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