Visita al arroyo El Algarrobal

A 12 kilómetros de Cachi, un sitio único con un arroyo de aguas transparentes, punto de encuentro de todo el pueblo en el verano. Ideal para el mate, el asado, el fogón e incluso para armar campamento.

Si hay algo que lamentablemente en el norte argentino no abunda, es el agua.

Por ello es que cualquier vertiente o hilo de agua es aprovechado al máximo, ya sea para canalizarlo o bien para estancarlo en algún dique o fuente.

Luego de ir y venir por senderos de ensueño, muchas veces se llega a la conclusión de que el viento, las montañas y, por sobre todo, lo agreste del paisaje hacen necesaria la existencia de algún espejo de agua, río o arroyo para poder relajarse, mojarse con agua fresca y, si es posible, darse un baño para volver a vivir.

Algo que permita continuar la marcha por escenarios que muchas veces son inhóspitos para el hombre, aunque sean realmente hermosos.
El reloj marcaba las 3 de la tarde y la temperatura rondaba los 30 grados.

  • A 12 kilómetros de Cachi

    A 12 kilómetros de Cachi

  • Un viejo pero colorido puente de hierro

    Un viejo pero colorido puente de hierro

  • Paisaje norteño

    Paisaje norteño

Cachi es un pueblito precioso, de color blanco por donde se lo mire y con algunos detalles en sus calles y casas que invitan a recorrerlo durante horas.

Pero esta vez, el calor lentamente comenzaba a ganar la partida.

Ya habíamos visitado la iglesia, el museo, la municipalidad, los bares. Cuando nos enteramos de que a sólo 12 kilómetros existía un arroyo llamado El Algarrobal y de que para llegar hasta allí es necesario atravesar un paisaje de ensueño donde distintas colonias de cactus se vuelven protagonistas y donde es posible divisar la laboriosa tarea de algunos productores de tomates y vino torrontés, no dudamos en emprender el corto viaje.

El Algarrobal es un pequeño pero hermoso arroyo de montaña que durante las lluvias del verano ensancha su cauce y toma la forma de un pequeño río, en el que van desembocando pequeños arroyos a medida que transcurren los kilómetros. Esto significa que río abajo sus aguas se enturbian. Pero nace transparente como si se tratara del agua de una vertiente.

Cuando llueve en las montañas, los lugareños saben que los ríos bajan con agua y esto significa la posibilidad certera de bañarse, de cargar reservas y, por supuesto, de pescar.

Se sabe que ya no hay truchas, pero los bagres que viven en los profundos pozones son tan grandes que, de lograr alguno, una familia entera puede llegar a alimentarse durante toda una semana.

Son dichos de pescadores, por supuesto, pero lo cierto es que durante las crecidas del río, los peces abandonan sus estratégicos lugares y se trasladan río abajo y la zona del Algarrobal es excelente para tentarlos.

Por su parte, un hermoso camping agreste, al que se llega luego de atravesar un viejo pero colorido puente de hierro, se haya a la vera del río transparente. Es el centro de reunión de lugareños y turistas que encuentran en El Algarrobal un sitio ideal para dejarse llevar por el agua. Recurso ilimitado que, en el Norte, cuando fluye hay que aprovechar.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Pablo Etchevers

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