Historia de Alta Gracia


Entre las Sierras Grandes y las Sierras Chicas, en la provincia de Córdoba, se encuentra el Valle de Paravachasca, atravesado por el río Anizacate.
La ciudad de Alta Gracia está recostada sobre estas Sierras Chicas cordobesas, en la región que los indios comechingones llamaban Paravachasca.
El nombre de Alta Gracia proviene del Santuario de Nuestra Señora de Alta Gracia que existe en Algarrovillas de Alconetar (España).
Su historia se remonta al año 1588, cuando las tierras de la zona fueron otorgadas por merced a Juan Nieto. Posteriormente, en el siglo XVII, constituyó una de las grandes estancias jesuíticas.
Córdoba era en aquella época capital de la Provincia Jesuítica del Paraguay. Esa Provincia comprendía los actuales territorios de Paraguay, Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina, conformando una red social, económica y cultural que convirtió a Córdoba en uno de los centros de desarrollo más importantes de Sudamérica.
El origen de Alta Gracia como ciudad es muy particular, ya que creció como tal a partir de una Estancia Jesuítica.
El origen de la Estancia de Alta Gracia está en la donación efectuada por don Alonso Nieto de Herrera de su estancia personal en el momento de ingresar a la Compañía de Jesús en 1643. Aprovechando este establecimiento rural, los jesuitas desarrollan un nuevo plan de construcciones que sirvieron a los fines productivos buscados. Sobre todo para la creación de un obraje destinado a la producción textil, aunque la agricultura y la ganadería, en especial el comercio de mulas, fueron las bases de su economía.
El núcleo de la antigua estancia ha quedado inmerso en la ciudad. La iglesia preside la plaza central, y a su costado la residencia es hoy museo del mayor interés arquitectónico e histórico. En una de las calles laterales, el antiguo obraje es sede de un colegio.
La estancia de Alta Gracia fue uno de los centros rurales más prósperos de la campaña cordobesa, tenía como objetivo el sostén del Colegio Máximo (Jesuita) , que luego se transformaría en la primera universidad del territorio argentino y mantenía un fluido intercambio económico con las otras estancias jesuíticas.
En 1810 la Estancia fue adquirida por Santiago de Liniers quien vivió unos pocos meses en la casa.
En 1820 José Manuel Solares compró la propiedad a la familia de Liniers, siendo el último dueño.
Por voluntad testamentaria decidió el deslinde de los terrenos para la conformación de una villa, hoy ciudad de Alta Gracia, quedando la residencia en el centro del núcleo urbano al que dio origen. Durante cien años los Lozada, herederos de Solares fueron los propietarios de las construcciones jesuíticas y tierras adyacentes.
En 1969 la Nación Argentina expropió a sus dueños la residencia, convirtiéndola en Museo, inaugurado oficialmente en 1977. Su importancia radica fundamentalmente en su valor arquitectónico, que se preserva fiel a la estructura original.
Esta casa museo ha sido ambientada de acuerdo a los modos de vida que tenían los cordobeses y serranos en los siglos XVII, XVIII y XIX y su patrimonio está compuesto por objetos de gran significación, evocadores de la vida cotidiana y las formas de trabajo en la antigua estancia.
El 2 de diciembre de 2000 como parte del sistema Jesuítico Cordobés, Alta Gracia, las otras estancias y la Manzana de la Compañía: Iglesia, Capilla Doméstica, Residencia de los Padres, Rectorado de la U.N.C. y Colegio Monserrat, fueron declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.


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