Imponentes maquinarias y tecnología de punta nos dejaron absortos y fue inevitable pensar qué cantidad de kilovatios se estaban formando a nuestro alrededor. Con ese sentimiento, ingresamos a la central hidroeléctrica.
Caminábamos hacia su paredón de 2,5 kilómetros de extensión, cuyo sostén eran las clásicas rocas sedimentarias de color rojizo de la zona. Por detrás, el agua permanecía almacenada en un gran lago. Al costado, el vertedero complementaba el esquema visual cuando comenzamos nuestra visita.
Al ingresar al edificio principal, nos proveyeron de un casco de seguridad para cubrir nuestra cabeza. Seguimos asombrándonos del orden, la limpieza y los pocos empleados que se veía en la planta.
Nos ubicamos en la plataforma interna del primer piso, desde donde se apreciaban las seis turbinas. Silenciosas, no era necesaria su actividad en ese momento. Habitualmente funcionan de forma independiente y en la medida en que la demanda eléctrica las necesita.
Estos enormes cilindros de aluminio, con una altura aproximada de 20 metros hechos con aluminio reforzado brillante soportan las vibraciones que deben recibir cuando trabajan.
También los errores, los peligros o los cambios imprevistos son detectados por sistemas que se ocupan de descifrarlos y acercar la solución.
Para entender algo más: una turbina es un motor hidráulico que toma el agua que pasa por ella y ejerce un movimiento de rotación. Su eje mueve un generador y convierte la energía mecánica en eléctrica.
Computadoras que dominan el mundo
Dijo nuestro guía: “Un ejemplo: una de las grandes ciudades de destino de la electricidad demanda energía extra. Se pone en funcionamiento todo el mecanismo. Todo es sonido, movimiento y cuando el proceso finaliza, la energía solicitada viaja hacia la gran urbe. Pero el mayor trabajo lo realizaron las computadoras, no los hombres”.
Sus comentarios nos permitieron conocer datos técnicos interesantes, así como algunos hechos curiosos. Por ejemplo, que Villa El Chocón nació a partir de la construcción de la central y que estuvo a punto de desaparecer cuando la obra finalizó.
¿Qué fue eso?
Antes de retirarnos, sentimos una fuerte vibración a la par que sonaba un silbato. Una de las turbinas comenzaba su tarea. Fue impactante y agradecimos el haber estado allí. Una muestra del funcionamiento se pudo ver en una enorme maqueta que aclaró algunas dudas.
Otra vez en el exterior, anduvimos con nuestro vehículo por encima del coronamiento de la represa, a 86 metros de altura del río. La resistencia y elasticidad de la pared la brindan los materiales porosos compactados.
Desde un mirador observamos el vertedero y el río Limay, que poco a poco se alejaba de nosotros haciéndose cada vez más angosto.