Tranquilas calles y arenoso río de Nono

Nono está surcada por dos ríos con diferentes características y temperatura de agua, con profundidad mínima para los más chicos y trampolines naturales para los que se le animen a los lanzamientos al agua.

Cuando llegamos a Nono, una tranquila localidad del valle de Traslasierra, el calor apretaba y nos encaminamos hacia la playa. Las viejas casonas de Nono y sus calles de tierra nos fueron guiando hacia la costa del río de los Sauces.

Buscamos reparo debajo de unos árboles con mucha hoja y nos deleitamos con su sombra. Desde allí, teníamos la mejor vista de ese río tan ancho que parecía de llanura. Corría una leve brisa entre los sauces y fuimos dejando a un lado el calor que nos sofocaba.

Recién entonces fuimos recordando el recorrido realizado desde el momento de ingresar al pueblo. En pleno centro y en los alrededores de su plaza principal, las construcciones muestran los años de vida de Nono. Muchas viejas casonas aún están en pie, algunas con muestras del paso del tiempo; otras están más mantenidas y aún habitadas.

  • Viejas casonas aún están en pie

    Viejas casonas aún están en pie

  • Corría una leve brisa entre los sauces

    Corría una leve brisa entre los sauces

  • Tranquilas calles

    Tranquilas calles

  • Artesanías, cerámica

    Artesanías, cerámica

  • Esculturas metálicas

    Esculturas metálicas

  • Iglesia capilla San Juan Bautista

    Iglesia capilla San Juan Bautista

  • Tranquila localidad del valle de Traslasierra

    Tranquila localidad del valle de Traslasierra

La plaza despejada de ornamento es en sí una exposición de arte al aire libre. “A partir de encuentros nacionales de artistas plásticos, luce varias esculturas metálicas realizadas con piezas en desuso y otras con madera y piedra. Imaginación y arte se sumaron para adornar el corazón de Nono”, fue la contestación que recibimos ante nuestra inquietud.

La calle Sarmiento es la principal y junto con la Vicente Castro son las únicas que están asfaltadas. Las demás levantan polvo y reciben el agua bienhechora del camión regador, que es una muestra de la forma de vida del pueblo. Hermosos faroles antiguos aún han quedado en algunas esquinas sobre las paredes de las viviendas.

En la plaza se destaca la iglesia capilla San Juan Bautista y su salón parroquial San José. Como era de esperar, la presencia e impronta del cura Brochero se hace presente a través de algunas placas de bronce y las palabras de sus feligreses de toda la zona. El Sendero del Empedrado es famoso por los desplazamientos del curita de campo hacia la iglesia de Los Algarrobos.

Se disfruta de un microclima que permite caminar por increíbles paisajes todo el año. Los veranos son muy calurosos y su población tiene el hábito de concurrir al río para refrescarse. La tranquilidad pueblerina despierta en época de turismo.

Al llegar al vado del río Chico de Nono, vimos una muestra de lo que fue en otra época su antiguo y más tradicional hotel. Luego, los balnearios se sucedieron los unos a los otros y descubrimos algunos recodos de gran belleza río arriba y abajo. Allí la relación directa con la naturaleza sin agregados recompuso nuestro cuerpo y espíritu.

Cuando la temperatura y la posición del sol lo permitieron, levantamos nuestras pertenencias, nos subimos al auto y continuamos nuestra ruta hacia otras playas. Dejamos atrás Los Remansos, en pleno centro, y fuimos hacia Paso de las Tropas, a escasos kilómetros de distancia. Allí nos esperaban ollas, cascadas y hermosas playas. Su nombre hace referencia a que unitarios y federales hicieron su paso por este lugar durante la Cruzada Libertadora de 1830.

El itinerario nos puso en contacto con la ruta artesanal, la ruta de los museos y la de los sabores. Recordaremos Nono por su aire puro y el sonido de los pájaros que acompañaron todas las horas de nuestra estadía.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

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