Estar parado frente a la imponente catedral es sentir que llegamos a la ciudad de La Plata. Un escalofrío, un suspiro, un entrecerrar de ojos. Allí estamos y de pronto no necesitamos nada más.
Al ingresar al Paseo del Bosque, una sensación extraña se apodera de nosotros. Por un instante pareciéramos estar viviendo una película que se comienza a proyectar apenas nos acercamos al lago.
Si rezongaba cada vez que le decían: “Agarrá los libros, que no muerden”, el Museo de Ciencias Naturales de La Plata es la elección acertada para entretenerse aprendiendo. Vale la pena entrar.
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