Teleras de Guandacol

Las teleras de Guandacol conforman un grupo laborioso de señoras que, a la vez que guardan las tradiciones, han encontrado una salida laboral muy interesante.

En Guandacol, un pueblo cercano a Villa Unión con vida propia y gente con inquietudes, se puede visitar una cooperativa integrada por mujeres a quienes se llama "teleras".

Telera es aquella persona que practica el arte de manejar los telares y que ha recibido ese don de sus mayores. Estos utilizaban la lana de sus propias ovejas convertida en vellón primero y luego en hilo para fabricar productos como vestidos y ponchos, que servirían para arropar a las familia.

Al llegar al lugar donde habitualmente trabajan, ofrecen y venden sus telas y prendas, nos recibieron Estela, Mirta, Agustina, María Adela y Miriam listas para mostrar su destreza. En el patio, un inmenso telar criollo plantado en la tierra tenía montado un trabajo sin terminar.

  • El arte de manejar los telares

    El arte de manejar los telares

  • Mostrar su destreza

    Mostrar su destreza

  • Ponchos, que servirían para arropar a las familia

    Ponchos, que servirían para arropar a las familia

  • Piezas de gran valor

    Piezas de gran valor

  • Salón de ventas

    Salón de ventas

  • Guardan las tradiciones

    Guardan las tradiciones

Nuestros ojos curiosos miraron con detenimiento cómo habían preparado el telar, la ubicación de los hilos, algunos con teñidos previos. Luego, apreciamos ese ir y venir de la paleta para armar la urdimbre de trama y cómo se debe apretar para lograr un tejido uniforme y compacto.

"¿Los materiales? Lana de oveja, lavada, con secado final al aire libre y en algunos casos, utilización de tintes naturales a base de raíces y hojas de plantas de la zona: jarilla, chañar y otros. Algunas prendas tienen teñido con anilinas, según la técnica", nos dicen.

Aparecieron luego otros implementos como el huso y la rueca; las tejedoras los utilizan con gran aptitud para hilar la lana. Con el torcido, una hebra se une a la otra y juntas arman la fibra que compone la tela.

Pasamos al salón de ventas, donde observamos varios trabajos realizados por ellas. Caminos de mesa, bolsos, pero muy especialmente el clásico poncho riojano que es muy requerido por sus coprovincianos y por los que llegan desde afuera. El color rojo punzó con listas en tonos beige y marrón se repetían en cada poncho que estaba a la vista.

Nos entusiasmó mucho el trabajo de estas diez señoras que componen el grupo y que con sus manos habilidosas logran piezas de gran valor. Les agrada que se las visite como una manera de poder mostrar todo el proceso, que es totalmente artesanal.

Quizá quedó atrás la necesidad de otras épocas de tejer ponchos para los hombres de la casa que salían al campo a realizar sus quehaceres. Pero es bueno insistir en la imagen que nos dejaron estas mujeres guandacolinas, que procuran que las costumbres de los abuelos no caigan en desuso.

Agrupación de Artesanas Unay
Salón de ventas en Guandacol y en Parque Nacional Talampaya.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

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