Historia de Córdoba

Córdoba, a imagen y semejanza.

Tres expediciones conquistadoras exploraron y colonizaron el actual territorio argentino: la del Norte proveniente del Perú; la del Este, que ingresa por el Río de la Plata y la del Oeste que accede por Chile.
Estas corrientes fueron atraídas por las noticias acerca de regiones donde abundaban los metales preciosos.
Desde tiempos muy remotos, los comechingones habitaban las sierras cordobesas; datándose la gruta de Candonga en los primeros tiempos de la era presente; pero son anteriores todavía los aborígenes de los yacimientos de Ongamira y Observatorio.

Los restos arqueológicos hallados en distintos sitios de las sierras, tendrían una antigüedad de cinco milenios, según O. Menghin. Los aborígenes habitaban el cordón montañoso compartido por las provincias de Córdoba y San Luis. Formaban pequeños pueblos independientes, regidos por caciques. Se destacan como centros más poblados las áreas de Quilino y Ongamira en el Departamento Ischilín, el Valle de Punilla, el Valle de Calamuchita, el valle de Río Cuarto y el valle de Río Primero.

Los comechingones eran belicosos, utilizaban la palabra "comechingón" como grito de guerra que incitaba a matar y fue a causa de este rasgo tan característico que resultaron bautizados por los españoles. Eran muy eficaces en el manejo del arco y la flecha, también utilizaban bastones de madera dura y ocasionalmente, se valían del fuego para incendiar el refugio de sus enemigos. Para la guerra utilizaban collares de cuero y se pintaban una mitad del rostro de rojo y la otra de negro. Los antiguos habitantes de estas tierras hablaban en su mayoría la lengua sanavirona, aunque también coexistían otros dialectos particulares como el henia y camiare.

Vestían camisetas largas y algunos rasgos poco habituales en la población indígena, que llamaron poderosamente la atención de los españoles, tales como la barba completa que ostentaban y la figura alta y espigada de sus integrantes. El de los Comechingones es uno de los pueblos aborígenes de mayor riqueza pictográfica de la Argentina. Dejaron grabados y dibujos en el interior de infinidad de grutas y cavernas. Se cuentan más de 1000 obras de arte rupestre llegados hasta nosotros. Vivían en chozas semisubterráneas, construídas sobre pozos al ras del suelo, con pequeñas entradas. Para subsistir se valían de la agricultura, la recolección de frutos, la ganadería y la caza.

La conquista de “la provincia de los comechingones” la comenzó Francisco de Aguirre en 1556 y hacia 1573 el capitán Lorenzo Suárez de Figueroa, le dejó al General Jerónimo Luis de Cabrera el testimonio de un relato de su expedición por el territorio actual de la Provincia, habiendo recorrido las Salinas Grandes y la región de Quilino hacia el sur, rebasando los valles de las Sierras Chicas. El propósito de los conquistadores del Alto Perú en encontrar una ruta hacia el Río de la Plata determinó la decisión de erigir la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía.

Es fundada así, a orillas del río Suquía ( hoy Río Primero) el 6 de julio de 1573 por Jerónimo Luis de Cabrera. Luego de su fundación, Córdoba integró la Gobernación del Tucumán, dependiente primero de Chile y luego del Virreinato del Perú. La necesidad de dividir el Virreinato del Río de la Plata y su importancia estratégica, llevó a convertirla en intendencia el 5 de agosto de 1783, siendo su capital la ciudad de Córdoba, abarcando sus límites hasta las regiones de San Juan, San Luis, Mendoza y La Rioja. Su primer Gobernador Intendente fue el Marqués de Sobremonte.

Los conquistadores introdujeron a los jesuitas, quienes crearon numerosas estancias en el entorno de la ciudad y en las rutas de comunicación, asegurando una abundante producción pecuaria y consolidando las vías comerciales. Llegan así al finalizar el siglo XVI, los primeros jesuitas quienes, posteriormente, levantaron la Compañía de Jesús, que comenzó a ser edificada en 1650. Siendo el templo más antiguo en la ciudad, es declarado monumento nacional en 1940 y Patrimonio de la Humanidad, en el año 2000.

La Congregación Jesuítica en 1608 fundó el Colegio Máximo, base de la actual Universidad Nacional, fundada en 1613, que constituyera la segunda en Hispanoamérica. En calles y avenidas de esta moderna ciudad, se encuentran testimonios de la arquitectura colonial y del paso de los Jesuitas por la región de suma importancia en su desarrollo.
Los misioneros no se preocuparon de estudiar la lengua de los indios cordobeses y en cambio trataron de imponerles el quichua, lengua que ellos y muchos conquistadores conocían; esos esfuerzos, según documentos de los siglos XVI y XVII, tuvieron algunos resultados, pero con la pérdida del idioma propio se produjo también la extinción de los comechingones en la masa mestizada de la antigua gobernación del Tucumán.

A principios del siglo XIX, Córdoba comenzó a vivir los albores de la independencia, convirtiéndose progresivamente en terreno fértil de los esfuerzos que en ese sentido habrían de manifestarse en la Revolución de 1810. Encabezando las consignas autonomistas de las provincias del interior, Córdoba protagonizó un papel preponderante en el intento de conformar el sistema federal, destacándose en este sentido la labor de Juan Bautista Bustos.

Este crecimiento se interrumpió durante la guerra de la Independencia y las luchas civiles posteriores. Retomando este crecimiento a mediados del siglo XIX, con el incremento demográfico debido a la inmigración extranjera facilitada por la llegada y la ramificación de los ferrocarriles y la colonización de ambas márgenes de las vías férreas y de otras tierras destinadas a tal fin. El 31 de enero de 1821 quedó sancionado el “Reglamento Provisorio para el régimen de administración de la Provincia de Córdoba”, antecedente válido de la Constitución de la Provincia, sancionada el 16 de agosto de 1855.

En el siglo XX, Córdoba albergó, entre los hechos políticos más trascendente, a la conmoción estudiantil de 1918 y su producto, la Reforma Universitaria y el “Cordobazo” del año 1969.

En 1927, con la creación de la Fábrica Militar de Aviones, se inicia una nueva etapa - la industrial - consolidándose treinta años después al ritmo de la instalación de grandes complejos automotrices y numerosos establecimientos fabriles.


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