El cruce del lago Traful es una excelente excusa para hacer una excursión que permite conocer lagunas y las pinturas rupestres que esperan silenciosas luego de una intensa caminata.
En una embarcación con motor fuera de borda y guiados por gente experta, en unos pocos minutos desembarcamos en la Península Grande, en la orilla contraria a la zona poblada de Villa Traful. Allí comenzó la trepada por una pendiente importante dentro de un bosque de cipreses y radales que nos conduciría hasta lagunas Las Mellizas y las pinturas rupestres.
Después de caminar casi tres kilómetros y llegar a un punto alto desde donde se veía el lago Traful y la laguna Blanca, tomamos un respiro y comenzamos el descenso hasta alcanzar la costa de esta última. La costeamos parcialmente y, siempre conducidos por nuestro guía, trepamos una pequeña roca desde donde tuvimos al alcance de la vista la laguna Verde.
Otra vez barranca abajo, atravesamos una pampa en la cual la acción de los glaciares dejó dibujos en forma de abanico producto de aluviones del pasado. La orilla de la laguna Verde nos fue llevando hacia el arroyo Verde y a un alero rocoso que era el destino final de nuestra caminata. Allí observamos una importante cantidad de pinturas rupestres en buen estado de conservación. Nuestro guía fue explicando la simbología de esos dibujos que han sido estudiados y descifrados por expertos y cuyo origen es tehuelche, de unos 600 años atrás.
Lentamente desanduvimos el camino hasta alcanzar la costa del lago Traful, algo cansados mientras el atardecer nos devolvía sus mejores colores. La experiencia de haber probado nuestras fuerzas en la caminata y aprendido sobre el pasado del área no la olvidaremos nunca.
En el futuro, cuando en los mapas viéramos la similitud de forma y superficie de las lagunas Verde y Blanca sabríamos por qué se las conoce como "Las Mellizas".
Mónica Pons
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