Excursión a la cascada Ñivinco

Una breve caminata por un sendero muy bien marcado nos conduce hasta la orilla de un arroyo, donde contemplamos varios saltos de agua espectaculares.

Cascada Ñivinco suele estar ausente de los paseos tradicionales. Escondida entre arbóles auténticamente patagónicos, nos permite una caminata que dará su fruto cuando nos acerquemos al curso de agua y lo veamos aparecer inmenso, casi teatral ante nuestros ojos.

Salimos en vehículo desde Villa Traful por la ruta provincial 65 hacia el Camino de 7 Lagos. Hicimos un recorrido hermosísimo bordeado de bosques añosos. Observamos la acción de la naturaleza que, en invierno, hace caer las ramas más frágiles por acción del viento y la nieve. Al tomar contacto con la ruta nacional 234, doblamos a la derecha hacia la ciudad de San Martín de los Andes. Luego de recorrer unos 30 kilómetros, vimos sobre mano izquierda una bifurcación sin cartelería indicativa. Según la información que teníamos, era el desvío hacia la cascada.


Zigzagueando entre el verde…

Anduvimos unos 700 metros con el auto hasta encontrar un indicador del Parque Nacional Nahuel Huapi que nos invitaba a dejar allí el vehículo. Aquí comenzó la aventura.

Con una pequeña mochila a la espalda, decidimos vadear el primero de los arroyos que se nos presentó. Era angosto y de aguas frías, pero no ofrecía dificultad, si bien en épocas de deshielo puede estar un poco más caudaloso. Al salir, otro cartel nos mostró el camino a seguir. A nuestro alrededor, un bosquecito de plantas achaparradas daba lugar a un bosque de ñires y caña colihue de mayor porte. La barba de viejo cuelga mostrándonos el grado de oxigenación del sitio. Sólo nuestro murmullo y nuestros pasos sobre el sendero, lo demás es silencio.

  • Infinidad de saltos bajando

    Infinidad de saltos bajando

  • Se refugia en un bosque

    Se refugia en un bosque

  • Una amplia playa de piedras de colores

    Una amplia playa de piedras de colores

  • Un secreto patagónico

    Un secreto patagónico

  • Disfrutemos ese momento

    Disfrutemos ese momento

Cada especie vegetal presenta sus características: el ñire, sus hojas con bordes enrulados; el chinchin, su brillo intenso; las cañas colihue parecen despeinadas. De vez en vez, alguna marca pintada de amarillo y numerada nos confirma que estamos en la senda correcta. En los desniveles el guardaparque había ubicado troncos a modo de escalón. Empezamos a oír los saltos de agua. Al principio, tímidamente y luego con más sonoridad. Estábamos cerca.

Contuvimos el aliento cuando finalmente divisamos el arroyo a mano derecha. Lo que faltaba lo caminamos por un sendero muy estrecho abierto con un machete; por encima de nuestras cabezas, un techo verde de ñires. El ruido del agua se hizo sentir más intenso. Estábamos llegando luego de caminar cuarenta minutos a paso tranquilo.

Intercambiamos unas palabras con unos viajeros que regresaban de la cascada y nos indicaron cómo ir al mirador. Al llegar, nos recibió una playa de piedras de variados colores y, al frente, el brazo más amplio del arroyo con un gran desnivel de pared rocosa que deja caer una cortina de agua de sonido acentuado. A la izquierda, algo imponente: varios saltos producidos por un desnivel abrupto que termina en una escalera en zigzag que permite que el agua se deslice suavemente, casi un murmullo.


Y por qué no…

Los dos brazos del arroyo vierten sus aguas en una olla central no demasiado profunda que permitía a un grupo de chicos que estaba acampando refrescarse en ella. Varios niños se tiraban de cabeza al agua desde una piedra; corrían carreras entre ellos mientras nadaban; contentos y gritando salían nuevamente hacia las rocas para volver a zambullirse desde todos los rincones de la cascada. Un rayito de sol coronaba la escena.

Contemplamos ese espectáculo unos minutos antes de continuar nuestro trekking por el costado de la cascada hasta acceder al mirador. Cada escalón permite pasar de un costado a otro del arroyo con facilidad sobre piedras planas libres de musgo. Allí arriba, en una pequeña olla, disfrutaba una pareja de patos de los torrentes, especie autóctona en vías de extinción. Para finalizar, permanecimos un rato contemplando esta cascada a la que llegamos gracias al “boca a boca”.

Regresando por el sendero que habíamos tomado para llegar, no olvidamos comer esos frutitos de color violáceo del michai que, según la tradición, harán que regresemos alguna vez al lugar.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

DificultadDificultad: bajo o medio según se elijan los senderos que comunican las distintas alturas del arroyo.
DuraciónDuración: medio día o día completo con picnic incluido.

Ubicación


Que hacer en Villa Traful

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