Capilla de la Virgen de la Asunción

Las características arquitectónicas y artísticas de la capilla definen una época dorada de la construcción en la Patagonia argentina y vale la pena visitarla.

La visita a una iglesia o templo siempre es motivo de especial sentimiento, no importa nuestro credo. Como lugar de fe, existe en cada uno de ellos un aura un misterio invisible, algo que nos hace sentir mínimos.

Es común que los recorramos casi en silencio, apreciando su esquema, sus lugares de adoración y las obras de arte que generalmente exhiben.

Visitamos la pequeña Capilla de la Virgen de la Asunción, ubicada sobre una loma y rodeada por un hermoso y amplio jardín. Como parte de la zona más antigua de la población, los árboles eran altos y parecían cobijarla. Varias araucarias centenarias custodiaban su puerta principal.

Para llegar a ella desde la avenida de acceso, tuvimos que utilizar una escalinata de troncos y piedras. Las paredes de la capilla fueron realizadas con piedra y el techo a cuatro aguas fue recubierto de tejuelas de alerce negras.

  • Ubicada sobre una loma

    Ubicada sobre una loma

  • Una época dorada de la construcción

    Una época dorada de la construcción

  • Vale la pena visitarla

    Vale la pena visitarla

  • Fue construida en 1936

    Fue construida en 1936

La torre contenía el campanario y unos vitraux con motivos religiosos adornaban los ventanales laterales. Fue construida en 1936 dentro del plan de Parques Nacionales y con diseño del Arq. Alejandro Bustillo, quien se inspiró en la arquitectura del norte europeo. Se utilizaron maderas nobles y, a su vez, frecuentes en la arquitectura patagónica.

Entramos en silencio para no perturbar a una persona en posición de rezo. Elogiamos el trabajo de los ventanales vistos por dentro que, al dejar pasar la luz en forma tenue, resultaban más vistosos que desde el exterior.

El interior, de paredes muy blancas y bancos de madera muy sencillos, se completaba con un cuadro de la escuela cuzqueña que supera los 200 años de antigüedad. Un vía crucis realizado en cerámica adornaba los laterales.

En el mismo predio pero en un plano más bajo y al aire libre, encontramos la Gruta de la Virgen de Lourdes, por la que pasan los creyentes para dejar sus ofrendas y orar. Era un lugar algo oscuro, donde la imagen de la virgen se destacaba entre paredes de piedra y una enorme hiedra colgante.

Ese ámbito sencillo y de valores estéticos auténticos nos brindó un momento de paz con nosotros mismos. Nos retiramos casi en silencio, como habíamos llegado.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

Cómo llegarCómo llegar: Sobre la avenida Nahuel Huapi que, desde El Cruce, conduce a la zona del puerto. A mano derecha.

Ubicación


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