Cabalgatas en Sierra de la Ventana

Andar a caballo es único y más si la actividad se combina con paradisíacos paisajes. Sierra de la Ventana y sus alrededores resultan ideales para aflojar la rienda y hacerse camino al andar.


Duplas a medida
    
“Hay un caballo para cada jinete. Cuando se elige correctamente es imposible que no se entiendan. Caballo y hombre se transforman en uno solo y van a donde ambos lo disponen, disfrutando todo el tiempo” comentaba entusiasmado Roberto frente al grupo que miraba atento cómo se distribuían los caballos para iniciar lo que sería la última cabalgata del día, antes de que llegara el ocaso y apareciera la luna llena.
    
El grupo se encontraba integrado por casi diez personas, entre las cuales variaban el sexo y, por supuesto, las edades. El más chico de los jinetes rozaba los 10 años y un petiso “fiel”, como lo llamó el guía, se encargaría de dirigirlo. Quien ostentaba mayor edad tenía casi 70 y así, luego de presentarnos entre todos y de compartir unos mates, comenzó la salida.

El cordón montañoso señalado a dedo sería uno de los destinos al que nos dirigiríamos durante la travesía. Desde allí, la vista que se tiene del hueco de la Ventana es realmente mágica, única. Y cuando comienza a caer la tarde, hay veces en que la luna pareciera ponerle el broche de oro a la cabalgata. Y entre soplidos y pequeños relinchos, los caballos comenzaron la última del día.

  • Hay un caballo para cada jinete

    Hay un caballo para cada jinete

  • Cabalgata muy familiar

    Cabalgata muy familiar

  • Las ruinas del lugar histórico

    Las ruinas del lugar histórico

  • Una experiencia indescriptible

    Una experiencia indescriptible

Lentamente fuimos dejando atrás Villa Ventana y cruzamos distintos arroyos y riachos serpenteados en sus orillas por retamas y llegamos hasta un viejo dique de agua que en su momento ofició de reserva natural para las huertas que proveían de verduras, frutas y hortalizas a los huéspedes del Viejo Club Hotel Sierra de la Ventana, hoy abandonado al olvido. Lo pudimos apreciar desde lejos y aún hoy, quemado como quedó desde hace algunos años, sigue generando una sensación de majestuosidad pocas veces vista en una construcción de principios del siglo veinte.
    

Naturaleza viva

La primera hora de recorrido nos encontró cerca de los faldeos del cerro Ventana. Habíamos cruzado el arroyo Las Piedras mientras el guía nos señalaba las distintas formaciones geológicas que dieron origen a la comarca. Mientras esto ocurría, íbamos copiando el filo perfecto de las sierras y con la mirada en el llano pudimos apreciar una especie de cementerio de trenes ingleses que alguna vez funcionaron y comunicaron todo el sistema serrano. Hoy, lejos de esa época de gloria, yacen descansando, algunos casi en perfecto estado, como si el paso del tiempo no los hubiese afectado.
    
Uno de los momentos de mayor interés llegó cuando el guía se detuvo y pidió silencio al grupo. Rápidamente entendimos de qué se trataba. Una familia de zorros grises se encontraba enseñando a cazar a sus crías, con un pequeño ratón que minutos antes había logrado cazar. Pudimos divisar todo el acto de manera perfecta. Los zorros grandes se acercaban a la presa sigilosamente y se lanzaban a ella, luego los pequeños zorritos intentaban hacer lo mismo y así varias veces hasta que notaron nuestra presencia y huyeron por los pastizales hasta perderlos de vista.
    
El cerro Bahía Blanca había quedado detrás nuestro y a lo lejos, pero mucho más arriba, podía divisarse la famosa sierra que da nombre a todo el sistema de cordones montañosos. Comenzamos a subir lentamente hasta la cumbre de un pequeño cerrito para desde allí tener una vista panorámica inigualable del famoso hueco y, luego de las fotografías de rigor para las cuales incluso bajamos de los caballos, comenzamos el regreso.


Volver
    
A esta altura, los caballos habían hecho el mayor esfuerzo y el sol comenzaba a desaparecer entre los cordones montañosos. Villa Ventana, al igual que Sierra de la Ventana, dejaba ver humeantes las chimeneas que indicaban que el frío de la tarde comenzaba a hacerse sentir.
    
Mientras cruzábamos el último de los arroyos, en este caso llamado el Belisario, la luna había ganado totalmente el protagonismo de la tarde. Blanca, porosa y perfecta como nunca comenzaba a asomar entre las sierras. La noche era inevitable.
    
Los caballos sabían que faltaban solamente algunos cientos de metros para terminar el día y, como hacen en estos casos, apuraron el galope hasta terminar casi corriendo. En realidad, ellos nos arrearon a nosotros y, así, después de una experiencia indescriptible, comenzamos a despedirnos hasta la próxima que, aunque nadie sabe cuándo, todos estábamos seguros de que llegaría.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Gentileza Cabalgatasbelisario.com.ar

Contacto de la excursión o paseo


Del Belisario

Belisario y Gorrión - Villa Ventana, Sierra de la Ventana, Buenos Aires, Agentina

Teléfono Teléfono: +54 291-4910032

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