  Pablo Etchevers
Hace más de veinte años que decidió alejarse del mundo para regresar cuando él lo dispusiera. Quienes lo conocen o han visto sus obras sostienen que es uno de los más grandes pintores que la naturaleza ha dado. Con ustedes: Un tal Iván. |
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Camina tranquilo, despacio, como aquel que conoce exactamente qué hay detrás de cada árbol, al final del camino, a orillas de ese lago que hoy está pintado de turquesa.
“Boquete”, como se lo conoce popularmente, es un lugar alejado del mundo ubicado al final del lago Lolog, en las cercanías de San Martín de los Andes. Uno de los paraísos naturales más bellos de la Patagonia argentina.
Allí vive Iván Moricz Karl, más conocido como “Iván”, quien, luego de perfeccionar durante años el arte de retratar la naturaleza, decidió ser parte de ella; dejó de lado la ciudad para pasar a convivir con el mundo animal que retrataba en cada uno de sus viajes.
P.E: ¿Cómo llegaste hasta este lugar?
I.M.K: Gracias a la sabia visión de Parques Nacionales, al apoyo de la gobernación neuquina y a la ayuda de grandes amigos, llegué hasta este mágico sitio que en realidad era una pequeña cabaña que sirvió durante mucho tiempo de refugio a los guardaparques.
El refugio se había ido perdiendo y fue abandonado a los designios del tiempo, ya que se crearon nuevos en puntos más estratégicos que servían mejor para controlar incendios o bien para llegar más rápido de un punto a otro. Iván, junto a sus amigos, logró levantarlo y volver a darle vida. Hoy se podría afirmar que esta es su casa y que no existe ser en la tierra que la conozca mejor. Su jardín no es otro que el bosque.
P.E: ¿Cómo te acercaste a la pintura?
I.M.K: Yo era muy chico y entre los 13 y 17 años estuve en cama por una enfermedad que me obligó a estar casi postrado. Ahí fue que empecé a pintar para pasar el tiempo. Copiaba las obras de los grandes maestros, sobre todo en acuarela, y lentamente comenzaron a surgir las preguntas.
P.E:¿Cuáles?
I.M.K: De todo tipo. Pero hubo una obra que me pareció perfecta, única, y logró tal influencia en mí que desde ese momento nada volvió a ser igual. |
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La obra era “La joven liebre”, pintada por Alberto Durero en el año 1502. Una acuarela cuya perfección es tal que sirvió de escuela a un sinnúmero de naturalistas que desde entonces comenzaron a ver la pintura desde un nuevo lugar: el hiperrealismo.
P.E: ¿Qué otras influencias tuviste?
I.M.K: Axel Amuchástegui fue para mí quien le dio el impulso más grande a la pintura naturalista. Su pintura minuciosa de aves y de animales en general en su hábitat natural fue un modelo a seguir. Mis amigos cazadores también me enseñaron mucho. El hecho de compartir salidas me sirvió para acercarme a la presa, para saber cómo se mueve, para ver el momento justo. La pintura tiene también eso: requiere observación, perseverancia, pensar...
Para Iván, el prólogo al famoso libro Veinte años de Caza Mayor del Conde de Yepes, del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), resume de manera perfecta el oficio de ser cazador y este mismo oficio puede ser tomado para el pintor, quien también es un cazador de la naturaleza.
I.M.K: Un pintor es también un cazador, un caminante de la naturaleza, como lo es un fotógrafo. Fueron los cazadores quienes me introdujeron en la naturaleza. Como dijo Ortega y Gasset, “…la caza es una imitación perfecta de los actos del animal…”.
P.E: Pero vos venías de Buenos Aires, ¿cómo es que de un día para el otro se te despertó el instinto, como diría Jack London en su libro “La voz de la sangre”?
I.M.K:Yo vivía en Buenos Aires y viajaba hasta estos sitios para poder pintar, pero de a poco comencé a preguntarme seriamente qué estaba haciendo y por qué. En las ciudades vos tenés acceso a un montón de cosas, pero de prestado. El cine, el café, todo es prestado. Y ahí comencé a preguntarme: ¿qué es mío?, ¿qué conseguí realmente?, ¿qué me gané yo mismo? En las ciudades uno no es protagonista. |
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P.E: ¿Y cómo es tu vida aquí?, ¿cuándo pintás o cuándo no lo hacés?
I.M.K: En verano vienen a visitarme amigos de todas partes del mundo, conocidos y no conocidos. En invierno, cuando empieza a nevar y hay días en que no podés ni abrir la cabaña por la nieve que se acumula, ahí empiezo a pintar. Y son los pájaros los únicos que se acercan a visitarme. En ellos están mis ojos y ahí comienza todo el proceso de mi pintura.
P.E: ¿Existe el cuadro ideal?
I.M.K: El mejor cuadro es el que está por venir. Sería genial que alguien compre un cuadro y modifique lo que no le gusta o agregue algo a su gusto, el cuadro no tendría fin, no estaría nunca terminado. Pintar es eso, vas pintando sabiendo que el próximo cuadro va a ser mejor. En mi pintura trato de rescatar sensaciones propias, detalles, colores, formas, lo que voy sintiendo y lo que me va pasando, por eso vivo con los prismáticos siempre puestos.
P.E: Amás los pájaros… ¿Qué ves en ellos?
I.M.K: La perfección. Cómo vuelan, cómo se mueven, cómo se juntan. Cuando pinto, busco, por decirlo de algún modo, el ideal de cada especie. En un pájaro puede resumirse el ideal de esa especie, de esos miles de pájaros que le dan vida a esa especie. De eso se trata mi pintura. |
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Se va caminando lento hacia lo frondoso del bosque, allí donde los pájaros cantan o “hablan”, como le gusta decir a él. Seguro está pensando en cuál será su próximo cuadro. |
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