El Museo de La Plata

Si rezongaba cada vez que le decían: “Agarrá los libros, que no muerden”, el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata es la elección acertada para entretenerse aprendiendo. Vale la pena entrar.

Internado en el Paseo del Bosque encontramos el Museo de Ciencias Naturales, que desde 1888, año en que fue fundado por el perito Francisco Pascasio Moreno, concentra varias de las colecciones científicas más importantes de Latinoamérica.

De estilo greco-romano, el edificio presenta una estructura oval de más de 7.000 metros cuadrados dividida en 23 salas que se distribuyen en dos plantas.

La entrada está custodiada por dos smilodontes, o tigres diente de sable, animales que habitaron el suelo pampeano hace más de 10.000 años. En la parte superior de la fachada podemos observar una figura femenina que muestra el globo terráqueo con un fondo de cielo y estrellas. También en el frente aparecen tallados los bustos de personalidades destacadas del ámbito de las ciencias naturales, tales como Charles Darwin y Alexander von Humboldt.

  • Internado en el Paseo del Bosque

    Internado en el Paseo del Bosque

  • Custodiado por smilodontes

    Custodiado por smilodontes

  • Vaca Ñata

    Vaca Ñata

  • Mamut y ballena Minke

    Mamut y ballena Minke

  • Galaxias

    Galaxias

  • Colección de mariposas

    Colección de mariposas

El recorrido dura aproximadamente una hora y media, mientras que el servicio de visitas guiadas, que sale cada hora los fines de semana, completa el circuito en poco más de 45 minutos.

Vale la pena recorrer el lugar. Chicos y grandes quedan maravillados luego de observar cada una de las obras de arte que la naturaleza creó hace millones de años y que hoy pueden ser disfrutadas bajo el mismo techo.


El pasado, aquí nomás

Ni bien comenzamos el recorrido, nos encontramos con una disyuntiva: para dónde ir. Es conveniente seguir el sentido contrario a las agujas del reloj para entender la línea de tiempo que va del pasado al presente atendiendo por igual los objetos expuestos y las pantallas ubicadas estratégicamente a lo largo de los salones. Ellas explican de forma moderna e interactiva el concepto de evolución.

En la planta baja, encontramos las salas dedicadas a la Tierra, el tiempo y materia, paleontología, zoología y mineralogía. La diversidad de la muestra entretiene y generalmente divide los focos de interés de grandes y chicos.

Los más pequeños se maravillan observando el gigantesco diplodocus (dinosaurio que vivió hace unos 150 millones de años) o un enorme cráneo de ballena azul. También prefieren la réplica a escala natural de la araña más grande que se conoce hasta el día de hoy y los enormes perezosos que convivieron con el hombre durante la Era Terciaria.

Mientras tanto, los adultos se inclinan por la estructura de la molécula de ADN y las muestras de vegetales americanos como hongos, algas, frutos, raíces y semillas que durante milenios alimentaron a los aborígenes.

El museo destinó la planta alta al desarrollo de las culturas americanas desde las etapas más antiguas. Posee una importante colección de cerámica precolombina, tejidos realizados con pelo de llama por primitivos habitantes de los Andes y recreaciones de pequeños contextos de actividades del hombre en distintas regiones de nuestro país.

Por último, también vale la pena recorrer la sala egipcia repleta de piezas de esta cultura halladas por un grupo de arqueólogos argentinos en excavaciones llevadas a cabo en Sudán.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Pablo Etchevers

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