Nuestra Señora de las Nieves

Es un ámbito de luz con un lenguaje arquitectónico de vanguardia que valoriza la unión entre la cultura criolla del pueblo actual y la de raíz mapuche originaria.

En una construcción de lineas modernas y austeras, el santuario Nuestra Señora de las Nieves es un espacio de oración pero también de reflexión. La iluminación y las imágenes tienen un significado que se va descifrando durante la visita.

Accedimos a su interior. La bóveda de arcos se inspira en el arte gótico y su planta de cruz latina conduce al altar mayor, un gran círculo que puede rodearse. Cuatro piedras del lago Huechulafquen sirven de soporte del altar y el sagrario, y representan las creencias y ritos religiosos de todas las culturas.

Acompañados por una guía de la misma iglesia, caminamos por la senda central, dimos una primera mirada a los telares con motivos mapuches de sus laterales y nos explicaron que fueron tejidos por artesanas locales con lanas teñidas de forma natural.

La visita se hace más interesante en la voz de la guía: “Un sol de doce puntas hace referencia a las doce tribus de Israel y a los Apóstoles, así como la naturaleza divide el año en doce ciclos lunares. El agua es símbolo de vida y junto al cirio pascual encendido presiden el altar como elementos de la creación. A su vez, la figura de Cristo tiene rasgos y vestimenta mapuches”.

  • Construcción de lineas modernas y austeras

    Construcción de lineas modernas y austeras

  • Cristo tiene rasgos y vestimenta mapuches

    Cristo tiene rasgos y vestimenta mapuches

  • El recinto es muy sobrio y permite orar en silencio

    El recinto es muy sobrio y permite orar en silencio

  • Un ámbito de luz

    Un ámbito de luz

El recinto es muy sobrio y permite orar en silencio. En una esquina, un bajorrelieve realizado por el escultor neuquino Emilio Saracco recuerda al fallecido padre salesiano Domingo Milanesio, apreciado por los parroquianos de la ciudad.

En el recinto se homenajea a una pobladora emblemática de Junín de los Andes: la beata Laura Vicuña, fallecida en el año 1904 a los 13 años luego de una cruel enfermedad. De muy chica había llegado con su madre desde Chile, residió en la estancia Fosbery, el puesto de Manuel Mora cerca del río Quilquihue y finalmente en una casa humilde de Junín de los Andes, mientras concurría como alumna al colegio María Auxiliadora. Sus restos fueron enterrados en el Cerro de la Cruz, primer cementerio del pueblo.

A partir de su fallecimiento, la corta pero ejemplar vida de Laura despertó la fe de los creyentes católicos y, según dicen, se produjeron algunos milagros en su nombre. El más renombrado fue el de sor Ofelia Lobos Arellano, una monja del Instituto María Auxiliadora a quien, gravemente enferma, los médicos le habían pronosticado pocos meses de vida. Ella le rogó a la niña Laura que mediara ante Dios para curarla. Su recuperación fue inmediata y siguió sirviendo al Señor y a su comunidad religiosa.

En el santuario, la imagen de la Virgen María abraza a la beata que, vestida con poncho, abre sus manos para albergar al mundo entero. La Virgen tiene rasgos y vestido mapuche y Laura se muestra como lo que era: una niña criolla.

En el patio visitamos el rosal donde día tras día los fieles se hincan para orar como lo hacía con frecuencia la beata Laura Vicuña. Hermosas guardas realizadas con cerámico tienen motivos alegóricos religiosos de acuerdo con las creencias de todas las iglesias del mundo.

Dejamos atrás el santuario observando su torre de cúpula colorada que puede verse desde distintos puntos de la ciudad. Cuando está encendida la baliza que hay en su interior, cuatro rayos de luz se expanden hacia afuera a modo de faro para reforzar las palabras del padre Milanesio, que decía: “Nuestra misión en Junín de los Andes es como un faro que expandirá su luz evangélica a centenares de millas de distancia”.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Santiago Gaudio

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