Aeroclub de Miramar y vuelos de bautismo

El Aeroclub de Miramar permite realizar vuelos de bautismo en avioneta y vivir una visión diferente de la ciudad. Para estar más cerca de las nubes que de tierra firme…

Durante la temporada estival, el aumento notable de la visibilidad y las altas temperaturas del día posibilitan que la actividad comience bien temprano.

Así, decenas de turistas van llegando en sus vehículos desde la ciudad y alrededores para averiguar cuánto sale un vuelo de bautismo, de qué se trata, por dónde se vuela y un sinfín de curiosidades que son respondidas amablemente por las autoridades del club.

Mientras preguntan y observan el despegue y aterrizaje de cada uno de los aviones que tiene el aeroclub, caminan las instalaciones y, mate en mano, recorren con sus ojos todo lo que tiene que ver con el mundo del vuelo. Dentro del hangar o en la confitería, las fotos, plaquetas, medallas y revistas rápidamente se encargan de hablar con el visitante. Cada rincón posee alguna huella de los aviones y aviadores que practican la actividad y de los que han pasado por el aeroclub.

  • Estar más cerca de las nubes

    Estar más cerca de las nubes

  • Una fiesta para la familia

    Una fiesta para la familia

  • Cada rincón posee alguna huella de los aviones

    Cada rincón posee alguna huella de los aviones

  • Despegue hacia la aventura

    Despegue hacia la aventura

  • Una visión diferente de la ciudad

    Una visión diferente de la ciudad

Eduardo Ruete, quien actualmente es el presidente del aeroclub, nos cuenta: “Lo primero que se le informa al turista que se acerca porque tiene intenciones de volar es todo lo que tiene que ver con el vuelo. Una especie de prólogo. Se le explica todo acerca del avión, de cómo se hacen y por qué los chequeos que exige la Fuerza Aérea y por supuesto, se le indica el recorrido que se hará, en caso de que se contrate el servicio. Explicando todas las dudas es la mejor forma de que quien quiera volar se sienta seguro de hacerlo”.

Y las palabras de Eduardo suenan verdaderas, porque más allá de que algunos finalmente no se animen y opten por quedarse en tierra, la mayoría toma coraje y decide subir. Así fue que compartimos junto a un grupo de turistas un vuelo de bautismo...


Despegue hacia la aventura

El día se presentaba ideal para volar y la brisa del mar ya estaba entrando al continente desde pasado el mediodía. Apenas un poco de viento, que calmaba el calor reinante y el entusiasmo de los pasajeros.

Lentamente fuimos subiendo todos dentro de la avioneta. Mientras cada uno revisaba su cámara de fotos, el pequeño avión dejó el hangar. Los que quedaban en tierra saludaban a los aventureros que iban a bordo.

Cuando estuvimos listos, el piloto se encargó de chequear, como debe hacerse antes de cada vuelo, todos los controles, comandos y luces de la avioneta. Una vez que terminó y que comprobó que todo estaba “OK”, dirigió lentamente el avión hacia la cabecera de una de las pistas del aeroclub.
Ahora sí…

El ruido del motor cambió repentinamente. Era evidente que había llegado el momento tan esperado. Las caras guardaban un temor natural, típico de quien hace algo arriesgado por primera vez. La avioneta comenzó a corretear por la pista y en no más de doscientos metros el tren de aterrizaje abandonaba el suelo. Desde ese momento todo se convirtió en placer.

El piloto, luego de explicar que el despegue había sido perfecto, nos anticipó que lo primero que visitaríamos desde el aire sería la zona de Chapadmalal, con su gran complejo turístico, sus techos colorados y sus grandes acantilados.

La sensación de observar el mar a medida que se ganaban metros fue algo realmente mágico. Había que estar atentos porque los colores se sucedían en un abrir y cerrar de ojos: del verde al arena, y del arena al azul en cuestión de segundos

Rápidamente volamos por encima del complejo y el avión comenzó a seguir la ruta de acceso a la ciudad de Miramar, que desde el aire se veía diferente, con sus lomas, andanadas y vehículos, unos detrás de otros. Un gran campo verde con su césped celosamente cortado y cuidado comenzaba a verse desde lejos. Era el Golf Club de la ciudad. Una vez que pasamos por encima de él, además de los greens y las banderas de cada hoyo, pudieron verse cientos de jugadores diseminados por toda su superficie.

De inmediato observamos los edificios y los chalets de la ciudad, la avenida Costanera y la principal, el muelle y las pequeñas escolleras llenas de pescadores dentro del agua, además de cada uno de los balnearios.

Alguien preguntó a qué altura volábamos y el piloto contestó rápidamente: “A 500 pies, lo que significa 150 metros. Cuando volábamos por la ciudad lo hacíamos a 1.000 pies, es decir a 300 metros”.


De nuevo en tierra firme

Finalmente llegamos hasta Mar del Sud, pasamos por encima del viejo hotel y emprendimos el regreso al aeroclub, no sin antes pasar por la laguna La Ballenera y sus campos fértiles.

A lo lejos se divisaba la pista de aterrizaje y todos comprendimos que la aventura había llegado a su fin. Sobrevolamos el aeroclub e iniciamos la aproximación para el aterrizaje. “A esto se le llama inicial” dijo el piloto mientras volaba paralelo a la pista. Luego giró el avión y nos explicó que eso era “la básica”. Y luego, con viento de frente, encaró “la final”. Sin darnos cuenta ya estábamos otra vez en tierra firme.

Apenas abrimos la puerta del avión, una nube de humo irresistible se apoderó del grupo. Se trataba de uno de los tantos asados que cada fin de semana se realizan en el aeroclub. Un verdadero club de amigos, donde volar es simplemente una excusa para poder encontrarse y pasarla bien…

Autor Pablo Etchevers Fotografo Gentileza Miramarense.com.ar

Contacto de la excursión o paseo


Aeroclub de Miramar

Ruta Provincial 77 - Km. 6 - Paraje Santa Irene (7607) Miramar, Buenos Aires

Cel: +54 2291-675946

DuraciónDuración: 25 minutos

Ubicación

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